Post by isabela on Feb 22, 2010 21:06:50 GMT -5
Cáp. VII
Desperté adolorida, todo, de la cabeza a los pies me dolía. No quería enfermarme, era de lo que más odiaba. Suspiré y me levanté con desanimo para arreglarme.
Mi madre ya tenía mi desayuno listo y Danny ya estaba por terminar el suyo. No quise preocuparlos y salí apurada, con la excusa de que me encontraría con Caroline para ir juntas a la escuela.
El autobús tardó casi veinte minutos, permitiendo así que mi resfriado se convirtiera en una potencial gripe. Suspiré y decidí ir caminando.
La energía se juntaba con el dolor y el calor que sentía por el resfriado, haciéndome sentir más débil, quería ir a la escuela, no me gustaba faltar. Pero comenzaba a dudar si podría llegar y seguir con la rutina estructurada por los maestros.
-Hola- dijo una voz, ya bastante familiar y común.
–Hola- murmuré.
-Soy visible- afirmó con felicidad. Ah ahora si me hablas, pensé con frialdad –Oye, perdona por no hablarte en la escuela, es difícil mantener un buen perfil rodeado por tantas personas- dijo con calma.
–Como sea- dije, mientras escuchaba pasos apresurados detrás de nosotros.
–Hola amor- No era la voz de Oliver, no se dirigían a mi… Era una chica
–Hola- respondió Ian con tono seco. Levanté una ceja ante la idea de ver a Ian con una chica de la escuela.
–Eh, hola- dijo vacilante la femenina vos.
–Hola- dije entre dientes. Ian me tomó del brazo y sentí como la energía bajaba hasta no sentirla, me estremecí y me di vuelta. Celeste, Celeste Bran. Se me hizo un nudo en la garganta y traté de articular palabra, pero Ian se apresuró a presentarnos.
–Celeste, amor, ella es Angel, Angel, ella es Celeste- Asentí con la cabeza.
–Un gusto conocerte Celeste- ya sabía de ella, no era nada nuevo. Ella dudó antes de hablarme, me miró de arriba abajo y luego me lanzó una mirada asesina antes de decidirse a saludar.
–Hola, un gusto- dijo y cerró la boca apresuradamente.
Me apresuré a sentarme en mi silla escuchando una canción que me bajaba más el ánimo, hacía que la energía se apoderara de mí y el resfriado me hiciera sentir peor.
Vi la fecha escrita de forma descuidada en la esquina izquierda del tablero: Febrero 9.
Suspiré de forma torturada mientras miraba la puerta, esperando ver algún rostro que me subiera el ánimo.
La noche pasada había estado pensando demasiado en Oliver y eso había hecho que deseara su presencia con convicción, como la primera vez que lo vi. Sonreí ante el recuerdo y me decidí a disfrutar las imágenes que pasaban por mi mente.
Estaba distraída y no vi el momento en el que llegó Oliver y se sentó a mi lado
–Soñando, eh- lo miré y sonreí.
–Supongo- dije ruborizándome sutilmente.
–No es nada malo- contestó él.
–Lo sé- le sonreí con cariño.
Su rostro cambió de un momento a otro, ya no mostraba afecto y calidez. Suspiré
-¿qué pasa?- dije mientras la canción volvía a mi mente repentinamente.
–Angel, no quiero hacer esto, pero ya creo que es necesario- comenzó y tomó aire. Me preparé para todo lo que pudiera seguir después de esa frase tan vacilante –Mira, se que no puedo estar aquí todo el tiempo, que no somos normales- Me sobresalté y me pregunté a que se refería, su rostro mostraba remordimiento y vergüenza –Digo, deberíamos estar siempre juntos y todo eso, pero es difícil, lo sabes, no necesitas esto, lo sé, puedes encontrar algo mejor- Negué con la cabeza y lo miré sorprendida –Sí Angel, debemos terminar- Sentí ganas de romper en llanto, de gritar, pero solo asentí con la cabeza y me levanté para salir del salón buscando aire.
-¡Angel! ¿Estas bien?- preguntó Caroline al ver mi expresión torturada. Asentí con la cabeza y me negué a mirarla a los ojos
–Solo es un resfriado- afirmé… No era mentira, no era verdad, era solo parte del problema.
Nicole corrió hasta donde mí, alarmada por mi comportamiento, frunció el ceño y entró al salón de forma ruidosa –Oliver Curtis ¿¡Qué demonios le has hecho a mi amiga!?- y fue lo único que logre escuchar desde afuera, hasta que Oliver salió y me tomó por los hombros, estaba recostada contra el borde del mirador, viendo a los chicos que había cuatro pisos abajo.
Me sacudió con violencia, traté de aferrarme a las varas de acero que había detrás de mí -¿Querías que me mataran?- dijo entre dientes con rabia, lo miré con preocupación y negué con la cabeza, respondiendo a su pregunta –Cálmate, por favor- rogué entre susurros.
Caroline y Nicole lo separaron de mí, haciendo que perdiera el impulso, y por poco cayera, cuatro pisos abajo. Me senté en el suelo un momento y luego entré al salón, apagué el Ipod y esperé a que todos entraran.
Llegué exhausta a casa, de nuevo Ian me esperaba en la puerta.
–Bienvenida a casa- dijo con empatía. Entré y me senté en el sofá de la sala, tratando de descansar.
–Deberías buscar algún pasatiempo, me desespera tu constante visita, tus sorpresas…- confesé, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza.
–Lo siento, pero hoy quiero explicarte algo de tu don- Negué con la cabeza
–Esto no es un don, entiéndelo, es un karma- Se sentó a mi lado.
–Oye se que te molesta mi comportamiento en la escuela, peo ya te expliqué, he pasado mucho tiempo en ese otro mundo- lo silencié sacudiendo la mano.
-¿qué quieres decir ahora?- dije y bostecé.
–Vine a enseñarte la sensibilización- abrí un ojo y lo miré
–Me has hablado de eso- asintió con la cabeza y me miró con cuidado.
-Levántate- pidió casi como una orden. Me levanté lentamente y lo miré.
-¿Si?- lo miré con desesperación.
-Concentra esa energía, eso que crees que te debilita, aprende a descifrar lo que sientes, lo que te produce, no hables, solo mantenlo en tu mente- asentí con la cabeza y bajé la mirada, recordando y poniendo juntos todos los sentimientos, físicos, psicológicos o sentimentales que me causaba esa cosa.
-Bien, ahora cree en todo lo correcto, lo bueno, lo que todos deseamos, incluso en el cielo- susurró. Traté de creer, pero era difícil, me imaginé el cielo, un paraíso al que podría ir, según muchas otras personas.
-Ok, bien, ahora cree en tu poder, en las auras, la energía, los deseos, pensamientos y todo lo que puedes ver, y que sabes que es algo… Paranormal- Seguí cada una de sus palabras, tratando de no frustrarme, ya que nunca había llamado a esa cosa, un don.
-Paciencia, no es un Karma Angel, es algo que te hace especial- susurró Ian.
Comprendí con dificultad sus palabras, no lo lograría, lo sabía, en el fondo de mi alma.
-Sabes que puedes, se que estas pasando por un momento difícil, pero eso árala sensibilización más sencilla- Dijo con un tono de vos más normal.
Visualicé todas las cosas que Ian me decía, comenzaba a creer, pero tenía miedo, no quería desperdiciar el tiempo, no quería echar a perder todo, sería ridículo y patético de mi parte. –Paciencia, paciencia- rogó él –Sentirás que no estás aquí, que te dispersas, que tus moléculas se separan, ahí podrás saber donde estás, cuando sientas eso, sabrás que es real, que hay algo más.
Pasé casi dos horas visualizando todo en mi mente, como un disco, una memoria, recuperando información, reviviéndola, cada vez me sentía más cansada, pero menos pesada, más ligera.
Luego de dos horas exactas, o casi exactas, sentí que flotaba, sentí como si fuera a desaparecer. Abrí los ojos, después de cerrarlos durante casi hora y media. No era mi casa, no era nada conocido, era diferente. –Lo lograste, bien, vaya, fue rápido- no le creí y seguí mirando a mi alrededor todo el lugar desconocido. -¿Qué es…?- me detuve y caí al suelo, sentí un golpe seco, pero suave, no dolió, no sentí nada, cerré los ojos y caí dormida, o eso supuse.
Paciencia y sensibilidad.
Desperté adolorida, todo, de la cabeza a los pies me dolía. No quería enfermarme, era de lo que más odiaba. Suspiré y me levanté con desanimo para arreglarme.
Mi madre ya tenía mi desayuno listo y Danny ya estaba por terminar el suyo. No quise preocuparlos y salí apurada, con la excusa de que me encontraría con Caroline para ir juntas a la escuela.
El autobús tardó casi veinte minutos, permitiendo así que mi resfriado se convirtiera en una potencial gripe. Suspiré y decidí ir caminando.
La energía se juntaba con el dolor y el calor que sentía por el resfriado, haciéndome sentir más débil, quería ir a la escuela, no me gustaba faltar. Pero comenzaba a dudar si podría llegar y seguir con la rutina estructurada por los maestros.
-Hola- dijo una voz, ya bastante familiar y común.
–Hola- murmuré.
-Soy visible- afirmó con felicidad. Ah ahora si me hablas, pensé con frialdad –Oye, perdona por no hablarte en la escuela, es difícil mantener un buen perfil rodeado por tantas personas- dijo con calma.
–Como sea- dije, mientras escuchaba pasos apresurados detrás de nosotros.
–Hola amor- No era la voz de Oliver, no se dirigían a mi… Era una chica
–Hola- respondió Ian con tono seco. Levanté una ceja ante la idea de ver a Ian con una chica de la escuela.
–Eh, hola- dijo vacilante la femenina vos.
–Hola- dije entre dientes. Ian me tomó del brazo y sentí como la energía bajaba hasta no sentirla, me estremecí y me di vuelta. Celeste, Celeste Bran. Se me hizo un nudo en la garganta y traté de articular palabra, pero Ian se apresuró a presentarnos.
–Celeste, amor, ella es Angel, Angel, ella es Celeste- Asentí con la cabeza.
–Un gusto conocerte Celeste- ya sabía de ella, no era nada nuevo. Ella dudó antes de hablarme, me miró de arriba abajo y luego me lanzó una mirada asesina antes de decidirse a saludar.
–Hola, un gusto- dijo y cerró la boca apresuradamente.
Me apresuré a sentarme en mi silla escuchando una canción que me bajaba más el ánimo, hacía que la energía se apoderara de mí y el resfriado me hiciera sentir peor.
Vi la fecha escrita de forma descuidada en la esquina izquierda del tablero: Febrero 9.
Suspiré de forma torturada mientras miraba la puerta, esperando ver algún rostro que me subiera el ánimo.
La noche pasada había estado pensando demasiado en Oliver y eso había hecho que deseara su presencia con convicción, como la primera vez que lo vi. Sonreí ante el recuerdo y me decidí a disfrutar las imágenes que pasaban por mi mente.
Estaba distraída y no vi el momento en el que llegó Oliver y se sentó a mi lado
–Soñando, eh- lo miré y sonreí.
–Supongo- dije ruborizándome sutilmente.
–No es nada malo- contestó él.
–Lo sé- le sonreí con cariño.
Su rostro cambió de un momento a otro, ya no mostraba afecto y calidez. Suspiré
-¿qué pasa?- dije mientras la canción volvía a mi mente repentinamente.
–Angel, no quiero hacer esto, pero ya creo que es necesario- comenzó y tomó aire. Me preparé para todo lo que pudiera seguir después de esa frase tan vacilante –Mira, se que no puedo estar aquí todo el tiempo, que no somos normales- Me sobresalté y me pregunté a que se refería, su rostro mostraba remordimiento y vergüenza –Digo, deberíamos estar siempre juntos y todo eso, pero es difícil, lo sabes, no necesitas esto, lo sé, puedes encontrar algo mejor- Negué con la cabeza y lo miré sorprendida –Sí Angel, debemos terminar- Sentí ganas de romper en llanto, de gritar, pero solo asentí con la cabeza y me levanté para salir del salón buscando aire.
-¡Angel! ¿Estas bien?- preguntó Caroline al ver mi expresión torturada. Asentí con la cabeza y me negué a mirarla a los ojos
–Solo es un resfriado- afirmé… No era mentira, no era verdad, era solo parte del problema.
Nicole corrió hasta donde mí, alarmada por mi comportamiento, frunció el ceño y entró al salón de forma ruidosa –Oliver Curtis ¿¡Qué demonios le has hecho a mi amiga!?- y fue lo único que logre escuchar desde afuera, hasta que Oliver salió y me tomó por los hombros, estaba recostada contra el borde del mirador, viendo a los chicos que había cuatro pisos abajo.
Me sacudió con violencia, traté de aferrarme a las varas de acero que había detrás de mí -¿Querías que me mataran?- dijo entre dientes con rabia, lo miré con preocupación y negué con la cabeza, respondiendo a su pregunta –Cálmate, por favor- rogué entre susurros.
Caroline y Nicole lo separaron de mí, haciendo que perdiera el impulso, y por poco cayera, cuatro pisos abajo. Me senté en el suelo un momento y luego entré al salón, apagué el Ipod y esperé a que todos entraran.
Llegué exhausta a casa, de nuevo Ian me esperaba en la puerta.
–Bienvenida a casa- dijo con empatía. Entré y me senté en el sofá de la sala, tratando de descansar.
–Deberías buscar algún pasatiempo, me desespera tu constante visita, tus sorpresas…- confesé, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza.
–Lo siento, pero hoy quiero explicarte algo de tu don- Negué con la cabeza
–Esto no es un don, entiéndelo, es un karma- Se sentó a mi lado.
–Oye se que te molesta mi comportamiento en la escuela, peo ya te expliqué, he pasado mucho tiempo en ese otro mundo- lo silencié sacudiendo la mano.
-¿qué quieres decir ahora?- dije y bostecé.
–Vine a enseñarte la sensibilización- abrí un ojo y lo miré
–Me has hablado de eso- asintió con la cabeza y me miró con cuidado.
-Levántate- pidió casi como una orden. Me levanté lentamente y lo miré.
-¿Si?- lo miré con desesperación.
-Concentra esa energía, eso que crees que te debilita, aprende a descifrar lo que sientes, lo que te produce, no hables, solo mantenlo en tu mente- asentí con la cabeza y bajé la mirada, recordando y poniendo juntos todos los sentimientos, físicos, psicológicos o sentimentales que me causaba esa cosa.
-Bien, ahora cree en todo lo correcto, lo bueno, lo que todos deseamos, incluso en el cielo- susurró. Traté de creer, pero era difícil, me imaginé el cielo, un paraíso al que podría ir, según muchas otras personas.
-Ok, bien, ahora cree en tu poder, en las auras, la energía, los deseos, pensamientos y todo lo que puedes ver, y que sabes que es algo… Paranormal- Seguí cada una de sus palabras, tratando de no frustrarme, ya que nunca había llamado a esa cosa, un don.
-Paciencia, no es un Karma Angel, es algo que te hace especial- susurró Ian.
Comprendí con dificultad sus palabras, no lo lograría, lo sabía, en el fondo de mi alma.
-Sabes que puedes, se que estas pasando por un momento difícil, pero eso árala sensibilización más sencilla- Dijo con un tono de vos más normal.
Visualicé todas las cosas que Ian me decía, comenzaba a creer, pero tenía miedo, no quería desperdiciar el tiempo, no quería echar a perder todo, sería ridículo y patético de mi parte. –Paciencia, paciencia- rogó él –Sentirás que no estás aquí, que te dispersas, que tus moléculas se separan, ahí podrás saber donde estás, cuando sientas eso, sabrás que es real, que hay algo más.
Pasé casi dos horas visualizando todo en mi mente, como un disco, una memoria, recuperando información, reviviéndola, cada vez me sentía más cansada, pero menos pesada, más ligera.
Luego de dos horas exactas, o casi exactas, sentí que flotaba, sentí como si fuera a desaparecer. Abrí los ojos, después de cerrarlos durante casi hora y media. No era mi casa, no era nada conocido, era diferente. –Lo lograste, bien, vaya, fue rápido- no le creí y seguí mirando a mi alrededor todo el lugar desconocido. -¿Qué es…?- me detuve y caí al suelo, sentí un golpe seco, pero suave, no dolió, no sentí nada, cerré los ojos y caí dormida, o eso supuse.