Post by isabela on Mar 27, 2010 13:54:13 GMT -5
Cáp. X.
Sentí el frío recorrer todo mi cuerpo al levantarme de la cama, me estremecí, sabiendo que no me sentía así simplemente por el típico frío matutino, al cual ya me había acostumbrado, no, esta vez había algo maligno, podía sentir esa energía sobre mi, recorriendo todo mi cuerpo. Me vestí sin prisa, era muy temprano, no me retrasaría.
Me puse el suéter rojo, que había utilizado sólo el día de mi cumpleaños numero 15, me sorprendí al ver que aún me servía. Un Jean más ajustado que los que usaba normalmente y mis tenis de siempre.
Bajé las escaleras lentamente, sin poder evitar sentir que alguien me seguía; preparé mi desayuno, el de Danny y el de mamá.
Me senté en la mesa a esperar que ambos despertaran, movía las manos jugando con mi cabello, las servilletas y cualquier otra cosa que se me atravesaba.
Mi miedo era evidente, no sabía que me esperaba durante todo el día, tenía un mal presentimiento, se me hizo un nudo en la garganta, que crecía con cada segundo que pasaba.
Miré el reloj, contando cada movimiento de las manecillas, sin perderlas de vista. Hasta que escuché pasos bajando las escaleras.
Luego de desayunar con mamá y Danny, me apresuré para llegar bastante temprano a la escuela. El cielo estaba azul, con algunas nubes grises, pocas, pero grises y pesadas. Traté de caminar rápido, pero las piernas me fallaban y constantemente tropezaba con algo, sentía como la boca se me secaba y me quedaba sin aliento. Miré la hora en mi celular: 6: 55 A. m. No supe en que momento se me hizo tan tarde, pero estaba a menos de quince metros de la escuela, podría llegar en cinco minutos, de eso estaba segura.
Mientras caminaba –Casi corría- me quedé pensando… No había visto a Nicole, ni a Caroline, Ian tampoco había aparecido.
Comencé a sentir un intenso dolor en el pecho, no, no era dolor, era un vacío, un vacío, que me provocaba unas ganas inmensas de romper en llanto y quedarme sentada ahí en la calle.
Sentí una presencia, demasiado buena, demasiado pura, demasiado calmada, giré y busqué con la mirada al dueño de aquellos sentimientos tan tranquilizadores, y justo antes de rendirme y seguir caminando, una mano se posó sobre mi hombro, me di vuelta, para encontrarme con un chico, alto, de piel blanca, ojos oscuros y profundos y una sonrisa similar a la de un verdadero ángel.
-¿Estás bien?- inquirió con un tono tranquilo, no parecía preocupado en absoluto. Lo miré confundida.
-Este… si, si- respondí con vacilación. Él me miró con suspicacia, entrecerrando los ojos.
-No te creo- dijo caminando a mi lado.
-No tienes que hacerlo- dije, mientras caminaba con prisa.
-Mmm... Ok, si tú lo dices- se encogió de hombros y caminó igualando mi velocidad.
-¿Quién eres?- al pronunciar las palabras me arrepentí por lo grosera que había sido.
-Soy un chico, Ammn… No sé, un chico normal, creo- Puse los ojos en blanco y lo miré.
-Perdona ¿cuál es tu nombre?- dije con amabilidad.
-Ah eso, mi nombre es Austin- dijo con indiferencia.
-Bien, me llamo Angel… supongo que es un gusto conocerte Austin- mi tono era de duda, porque la verdad, el chico era un total desconocido.
Me detuve a unos metros de la escuela, la energía maligna que había superado a mi energía habitual, mi energía asfixiante, pero pura, blanca, ligera; esa energía era pesada, devastadora, atemorizante.
Me estremecí y cerré los ojos durante un segundo, tratando de recomponerme.
Abrí los ojos para encontrarme con los ojos profundos de Austin, mirándome con una ceja enarcada, pero era un gesto de preocupación. Le sonreí, tratando de asegurarle que me encontraba bien.
Pero al parecer no me creía, su mirada, sus ojos me lo decían con claridad. Me aclaré la garganta y le sonreí, afirmando con la cabeza que todo andaba bien. Sabía que no era suficiente para él, pero entrecerró los ojos y levantó la mirada en un gesto de basta sospecha.
Las horas en clase pasaban lentamente, más si esa cosa malévola me seguía.
Después del encuentro con Austin, lo vi más seguido de lo que lo había visto… ¡nunca!
La maestra de matemática, la señora Kathy entró con Austin, quien le llevaba los libros, en ese momento a Austin lo rodeaba una neblina transparente, pero brillante. Traté de olvidarlo, pero en la clase de historia, entró al aula para llamar a Tim… Un chico que siempre anda metiéndose en problemas, pero lo de Tim no me importó, lo que me llamó la atención fue el hecho de que la neblina brillante que rodeaba a Austin, ahora era violeta, no violeta no, era un tono pastel, bastante cercano al púrpura.
Los encuentros eran más seguidos, incluso Nicole lo invitó a sentarse con nosotras un rato en el almuerzo y luego en la biblioteca. No entendía de donde sacaba tiempo para andar fuera de clase siempre.
Al salir de la escuela, estaba tan agradecida de poder volver a casa, aunque la presencia pura de Austin hacía que la energía malévola se disipara un poco, moría de ganas por estar en casa… Tenía un mal presentimiento.
A esas alturas del día, Austin estaba rodeado por un brillante resplandor violeta.
Nicole y Caroline habían estado demasiado activas y ocupadas, pero de igual forma me invitaron a hacer la tarea en casa de Nicole o solo a pasar un rato juntas.
Miré mi celular, la hora para ser más exacta, era temprano, al menos para llegar a casa.
Supuse que Austin aún estaría despidiéndose de su grupo de amigos y seguidoras, Caroline y Nicole estarían buscando algunos libros y comprando algo de comida para el camino de regreso a sus casas. Así que dada la situación y mi estado de libertad me apresuré a volver a casa, ni siquiera me molesté en esperar el autobús, simplemente tomé el “atajo” a casa… el cual realmente no existe, solo es un camino sin muchas curvas y molestos callejones.
Estaba decidida a llegar rápido a casa, pero no quería salir corriendo, ya que sería extraño. Las casas parecían vacías, era lo normal a esas horas, apenas salíamos de la escuela y los adultos trabajadores seguro estarían en sus lugares de trabajo, el sol era radiante, de hecho, era un día agradable, para los demás… para mí era una tortura, un verdadero suplicio chino.
Mi mente inconcientemente llevó a mi cabeza una imagen, una persona, sabía lo que significaba, esa persona estaba en peligro, mi subconsciente me lo decía, ¡Danny!
En ese momento la adrenalina comenzó a correr por mis venas, mi pulso se aceleró, no comencé a correr presa del miedo, pero mis pies se movían con rapidez, dando pasos largos.
El camino se hizo más largo, pero sabía que era el correcto para llegar a casa.
Seguí caminando sin prestar atención a lo que me rodeaba, los autos frenaban, sólo me percataba de eso por el chirriar de las llantas contra el pavimento caliente de la calle.
Vi el hospital que quedaba a unas cuantas calles de casa, ahí apresuré el paso.
Hasta que llegué, la puerta de roble, tallada con unos diseños poco llamativos me hizo suspirar de alivio; había llegado a casa, la energía maligna estaba tan cerca. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, las manos comenzaron a sudarme, no tenía idea si mi superstición era real o sólo un juego de mi subconsciente, fruto de la adrenalina. Abrí la puerta lentamente, con cautela, en mucho silencio, tomé aire y entré.
Podía esperar a cualquier persona, pero no podía creer lo que estaba viendo. Simplemente era imposible, esa persona no podía irradiar tal energía tan negra, desequilibrada, no, en absoluto.
-Hola- dijo una voz familiar, poco común, pero familiar, yo la conocía, podía reconocerla en cualquier lugar, pero me atemorizaba que realmente esa persona fuera la fuente de aquella energía.
Maldad.
Sentí el frío recorrer todo mi cuerpo al levantarme de la cama, me estremecí, sabiendo que no me sentía así simplemente por el típico frío matutino, al cual ya me había acostumbrado, no, esta vez había algo maligno, podía sentir esa energía sobre mi, recorriendo todo mi cuerpo. Me vestí sin prisa, era muy temprano, no me retrasaría.
Me puse el suéter rojo, que había utilizado sólo el día de mi cumpleaños numero 15, me sorprendí al ver que aún me servía. Un Jean más ajustado que los que usaba normalmente y mis tenis de siempre.
Bajé las escaleras lentamente, sin poder evitar sentir que alguien me seguía; preparé mi desayuno, el de Danny y el de mamá.
Me senté en la mesa a esperar que ambos despertaran, movía las manos jugando con mi cabello, las servilletas y cualquier otra cosa que se me atravesaba.
Mi miedo era evidente, no sabía que me esperaba durante todo el día, tenía un mal presentimiento, se me hizo un nudo en la garganta, que crecía con cada segundo que pasaba.
Miré el reloj, contando cada movimiento de las manecillas, sin perderlas de vista. Hasta que escuché pasos bajando las escaleras.
Luego de desayunar con mamá y Danny, me apresuré para llegar bastante temprano a la escuela. El cielo estaba azul, con algunas nubes grises, pocas, pero grises y pesadas. Traté de caminar rápido, pero las piernas me fallaban y constantemente tropezaba con algo, sentía como la boca se me secaba y me quedaba sin aliento. Miré la hora en mi celular: 6: 55 A. m. No supe en que momento se me hizo tan tarde, pero estaba a menos de quince metros de la escuela, podría llegar en cinco minutos, de eso estaba segura.
Mientras caminaba –Casi corría- me quedé pensando… No había visto a Nicole, ni a Caroline, Ian tampoco había aparecido.
Comencé a sentir un intenso dolor en el pecho, no, no era dolor, era un vacío, un vacío, que me provocaba unas ganas inmensas de romper en llanto y quedarme sentada ahí en la calle.
Sentí una presencia, demasiado buena, demasiado pura, demasiado calmada, giré y busqué con la mirada al dueño de aquellos sentimientos tan tranquilizadores, y justo antes de rendirme y seguir caminando, una mano se posó sobre mi hombro, me di vuelta, para encontrarme con un chico, alto, de piel blanca, ojos oscuros y profundos y una sonrisa similar a la de un verdadero ángel.
-¿Estás bien?- inquirió con un tono tranquilo, no parecía preocupado en absoluto. Lo miré confundida.
-Este… si, si- respondí con vacilación. Él me miró con suspicacia, entrecerrando los ojos.
-No te creo- dijo caminando a mi lado.
-No tienes que hacerlo- dije, mientras caminaba con prisa.
-Mmm... Ok, si tú lo dices- se encogió de hombros y caminó igualando mi velocidad.
-¿Quién eres?- al pronunciar las palabras me arrepentí por lo grosera que había sido.
-Soy un chico, Ammn… No sé, un chico normal, creo- Puse los ojos en blanco y lo miré.
-Perdona ¿cuál es tu nombre?- dije con amabilidad.
-Ah eso, mi nombre es Austin- dijo con indiferencia.
-Bien, me llamo Angel… supongo que es un gusto conocerte Austin- mi tono era de duda, porque la verdad, el chico era un total desconocido.
Me detuve a unos metros de la escuela, la energía maligna que había superado a mi energía habitual, mi energía asfixiante, pero pura, blanca, ligera; esa energía era pesada, devastadora, atemorizante.
Me estremecí y cerré los ojos durante un segundo, tratando de recomponerme.
Abrí los ojos para encontrarme con los ojos profundos de Austin, mirándome con una ceja enarcada, pero era un gesto de preocupación. Le sonreí, tratando de asegurarle que me encontraba bien.
Pero al parecer no me creía, su mirada, sus ojos me lo decían con claridad. Me aclaré la garganta y le sonreí, afirmando con la cabeza que todo andaba bien. Sabía que no era suficiente para él, pero entrecerró los ojos y levantó la mirada en un gesto de basta sospecha.
Las horas en clase pasaban lentamente, más si esa cosa malévola me seguía.
Después del encuentro con Austin, lo vi más seguido de lo que lo había visto… ¡nunca!
La maestra de matemática, la señora Kathy entró con Austin, quien le llevaba los libros, en ese momento a Austin lo rodeaba una neblina transparente, pero brillante. Traté de olvidarlo, pero en la clase de historia, entró al aula para llamar a Tim… Un chico que siempre anda metiéndose en problemas, pero lo de Tim no me importó, lo que me llamó la atención fue el hecho de que la neblina brillante que rodeaba a Austin, ahora era violeta, no violeta no, era un tono pastel, bastante cercano al púrpura.
Los encuentros eran más seguidos, incluso Nicole lo invitó a sentarse con nosotras un rato en el almuerzo y luego en la biblioteca. No entendía de donde sacaba tiempo para andar fuera de clase siempre.
Al salir de la escuela, estaba tan agradecida de poder volver a casa, aunque la presencia pura de Austin hacía que la energía malévola se disipara un poco, moría de ganas por estar en casa… Tenía un mal presentimiento.
A esas alturas del día, Austin estaba rodeado por un brillante resplandor violeta.
Nicole y Caroline habían estado demasiado activas y ocupadas, pero de igual forma me invitaron a hacer la tarea en casa de Nicole o solo a pasar un rato juntas.
Miré mi celular, la hora para ser más exacta, era temprano, al menos para llegar a casa.
Supuse que Austin aún estaría despidiéndose de su grupo de amigos y seguidoras, Caroline y Nicole estarían buscando algunos libros y comprando algo de comida para el camino de regreso a sus casas. Así que dada la situación y mi estado de libertad me apresuré a volver a casa, ni siquiera me molesté en esperar el autobús, simplemente tomé el “atajo” a casa… el cual realmente no existe, solo es un camino sin muchas curvas y molestos callejones.
Estaba decidida a llegar rápido a casa, pero no quería salir corriendo, ya que sería extraño. Las casas parecían vacías, era lo normal a esas horas, apenas salíamos de la escuela y los adultos trabajadores seguro estarían en sus lugares de trabajo, el sol era radiante, de hecho, era un día agradable, para los demás… para mí era una tortura, un verdadero suplicio chino.
Mi mente inconcientemente llevó a mi cabeza una imagen, una persona, sabía lo que significaba, esa persona estaba en peligro, mi subconsciente me lo decía, ¡Danny!
En ese momento la adrenalina comenzó a correr por mis venas, mi pulso se aceleró, no comencé a correr presa del miedo, pero mis pies se movían con rapidez, dando pasos largos.
El camino se hizo más largo, pero sabía que era el correcto para llegar a casa.
Seguí caminando sin prestar atención a lo que me rodeaba, los autos frenaban, sólo me percataba de eso por el chirriar de las llantas contra el pavimento caliente de la calle.
Vi el hospital que quedaba a unas cuantas calles de casa, ahí apresuré el paso.
Hasta que llegué, la puerta de roble, tallada con unos diseños poco llamativos me hizo suspirar de alivio; había llegado a casa, la energía maligna estaba tan cerca. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, las manos comenzaron a sudarme, no tenía idea si mi superstición era real o sólo un juego de mi subconsciente, fruto de la adrenalina. Abrí la puerta lentamente, con cautela, en mucho silencio, tomé aire y entré.
Podía esperar a cualquier persona, pero no podía creer lo que estaba viendo. Simplemente era imposible, esa persona no podía irradiar tal energía tan negra, desequilibrada, no, en absoluto.
-Hola- dijo una voz familiar, poco común, pero familiar, yo la conocía, podía reconocerla en cualquier lugar, pero me atemorizaba que realmente esa persona fuera la fuente de aquella energía.