Post by isabela on Apr 29, 2010 18:58:01 GMT -5
Cáp. XII
No quería levantarme de la cama, tenía frío, cansancio, miedo.
La noche anterior había sido larga, muy larga, después de las visitas repentinas de mis amigos y mi padre, estaba exhausta. Miré el reloj digital del nochero que estaba al lado de mi cama: 3: 30 A.m. Dios, era realmente temprano y aunque la luz grisácea de la madrugada se filtraba por la cortina, sabía que debía por beneficio propio, volver a dormir, pero me era imposible, me senté en la cama y encendí la lámpara del nochero sin razón. Me quedé mirando mi habitación. Las paredes blancas, con una que otra mancha hecha por mí cuando era pequeña. Sonreí sin alegría al percatarme de que tenía pósters de dos bandas que me gustaban, pero no de mi favorita. El escritorio estaba casi totalmente iluminado por la débil luz, ya que la ranura de la cortina en el lado derecho era bastante grande como para dejar entrar tanta luz. La montaña de cuadernos desordenados me hizo recordar que debía ordenar mi escritorio en la tarde cuando llegara de la escuela, tarea que me desagradaba a sobremanera, mi escritorio estaba lleno de papeles inservibles, lápices, colores, dibujos, notas, escritos torpes… De todo, pero nada servía, ni siquiera los exámenes de la escuela, ni los viejos trabajos.
El tocador estaba más presentable, debido al poco uso que le daba… Cremas, esmaltes para uñas, maquillaje, perfumes… No usaba demasiado de esas cosas, a duras penas usaba algo de base para la piel y bloqueador solar.
Me acosté de nuevo a releer los títulos que había en mi biblioteca: El mercader de Venecia, Romeo y Julieta, variadas enciclopedias, diccionarios, enciclopedias, Sueño de una noche de verano…
Suspiré aburrida, necesitaba dormir, debía dormir. Negué con la cabeza y me senté en la cama exasperada; no podía creer que mi padre estuviera a menos de 20 metro de mi. Era extraño sentir esa sensación de fraternidad.
Quería hablar más con papá, pero me era imposible, los doce años de confianza que deposité en él, se habían esfumado en sólo cuatro.
Le dí una mirada al reloj: 4: 50 am.
¡Genial! Pensé, ya podía levantarme, pero no debía hacer ruido.
Ni un bostezo, ni un estiramiento, ni un solo destello de sueño, yo sólo quería levantarme y estar activa.
Me arreglé como de costumbre, el baño terminó de despertarme. Nadie daba señales de vida, dormían como bebes.
Me puse un Jean común y un suéter violeta.
Bajé a preparar mi desayuno, sin percatarme de nada más. Huevos, pan, chocolate caliente.
Antes de terminar de cocinar, sentí frío, miré por la ventana que daba al patio trasero.
Todo estaba completamente mojado, supuse que por mi reciente hiperactividad no me había percatado de la lluvia.
Subí corriendo hacia mi habitación por una chaqueta y unos guantes. Ah y a cambiar mis zapatos, no quería andar todo el día con tenis llenos de agua.
Suspiré y me cambié los zapatos diarios por unas botas violetas que nunca utilizaba, tomé la chaqueta marrón de la puerta del armario y me la puse sin pensarlo.
Terminé poniéndome unos guantes marrón oscuro, casi vinotinto y volví a bajar corriendo para evitar hacer un desastre en la cocina con el chocolate.
Tenía que salir de casa, no quería quedarme más allí, terminé el desayuno y subí hasta la habitación de mi madre para despedirme de ella y luego de Danny.
Dudé dos veces antes de ir por mi padre, me detuve en medio del corredor, suspiré y fui a despedirme de él.
Bajé las escaleras apresurada y justo cuando mi corazón se desbocó al sentir la adrenalina cuando casi caigo al resbalar en las escaleras, todo se detuvo.
Y parada frente a mí, una chica que yo conocía, no muy bien, Ian me la había presentado… Piel morena, sonrisa perfecta, ojos dulces y oscuros, profundamente oscuros, con ese cabello que yo nunca podría tener, ese cabello negro como sus ojos y unos pómulos rosáceos, no supe si por el maquillaje que era notorio, o si era a causa de la excitación y la diversión que era evidente en sus ojos y su perfecta sonrisa.
Celeste, la novia de Ian estaba parada allí de forma tan grácil y felina que me asustaba y no sólo por el hecho de que estuviera en mi casa a las 5: 30 de la madrugada, sino también por el deseo de algo escondido en su mirada.
Me concentré en el contorno de su cuerpo, en su cabeza, sus manos y pies, donde la energía se concentraba más. Esperé unos minutos a que ella hiciera algo, pero no se movió.
Cuando al fin pude ver su aura, era algo roja, cardenal, no era nada bueno.
Luego de deducir esto, sus pies se movieron lentamente acercándose a mí. El miedo me invadió, tragué saliva de forma ruidosa y la miré expectante, conteniendo la respiración. No tenía ni la más minima idea, de por qué sentía miedo, pero sabía que debía tenerlo.
Se acercó lentamente a mí, cada paso hacía que mi corazón latiera más rápido –No debes interferir en mis planes, sólo aléjate o sufrirás… Mucho- Fruncí el ceño y la miré fijamente, esos ojos oscuros y penetrantes me causaban miedo, pero si le sostenía fijamente la mirada, no notaría cuanto podría llegar a temerle.
Cuando esbozó esa sonrisa que expresaba suficiencia, volví a la realidad, o al menos eso sentí; estaba sudando, pero podía sentir el aire, el sonido, todo era normal, incluso sentí el dolor en mi pierna contra la madera de las escaleras.
Gruñí enojada, frustrada, para se exacta
Necesitaba a Ian, pero como siempre andaba en donde él quisiera, no sabía si estaría acechándome. Salí de casa con el ceño fruncido, no podía creer lo que había pasado, la novia de Ian me había amenazado y había detenido el tiempo, definitivamente, estaba segura en un noventinueve por ciento, de que ella era la que emanaba esa energía maligna, pero Ian no lo notaba, ese era el truco que ella guardaba. Negué con la cabeza y miré a mí alrededor al sentir una presencia familiar.
-Hola Nicole- dije sin voltear a mirarla, sabía de antemano que era ella.
-Hola Angel ¿cómo estás?- su tono era alegre, perfectamente audible y pacifico.
-Bien ¿y tu?- continué, casi murmurando atropellando las palabras.
-Bastante bien, gracias linda- dijo y se quedó tarareando una canción alegre.
El sol no salía, la lluvia continuaba, como llovizna pero continuaba.
Definitivamente en todo el sentido de la expresión, me había levantado con el pie izquierdo, y sin ironía porque soy diestra.
Suspire y negué con la cabeza. Traté de concentrarme en mi trabajo de historia, era un tema fácil, las guerras imperialistas y nacionalistas, sólo debía hacer algo que recordara, como la guerra entre el sur y los habitantes de la frontera de Los Estados Unidos.
Toda mi concentración desaparecía cuando resbalé en un charco de agua y casi dejo caer mi libro allí.
Sonreí por mi buen juicio de haberme cambiado de ropa, las botas habían sido una gran ayuda.
Austin parecía haber desaparecido de la faz de la tierra hasta que llegó la hora del receso y se sentó con Nicole, Caroline y conmigo a comer y hablar… O al menos ellos hablaban, yo esperaba pacientemente a Ian, escuchando algo de Blink 182, sin dejar de pensar en el incidente de esa mañana. Ellos simplemente no notaban mi cambio de actitud.
Estaba paranoica y no me sorprendió evitar la mirada de Simon, un chico de mi clase, al notar como lo evitaba se acercó a mí y con expresión asustada preguntó algo que yo lo entendí como: -¿Por qué estás tan pálida?- instintivamente llevé mi mano a mi frente, me quité los audífonos y negué con la cabeza. -¿lo estoy? No lo sabía- y aunque mis manos estaban frías no le dí mucha importancia al asunto y permití que se fuera luego de que asintiera lentamente con la cabeza y yo le sonriera levemente en respuesta.
Ian no apareció y me pareció demasiado extraño, pero recapacité, sólo era paranoia o eso creía yo, confiando en mi buen juicio y mi madurez, no le conté a nadie sobre el incidente de Celeste antes de salir de casa. Además de ser extraño, podrían tacharme de loca y no lo era, sólo se debía a todo eso en lo que me había metido inconcientemente, sin quererlo ni siquiera. No era mi culpa todo ese ilusionismo en el que estaba involucrada. Nadie tenía la culpa, yo ni sabía que tenía un don, porque sólo parecía ser otra carga más para mi vida, mi vida llena de cosas que hacer, responsabilidades y metas. Sólo tenía que saber como manejar todo ese lío y podría sobrevivir o eso esperaba.
Encuentro inesperado.
No quería levantarme de la cama, tenía frío, cansancio, miedo.
La noche anterior había sido larga, muy larga, después de las visitas repentinas de mis amigos y mi padre, estaba exhausta. Miré el reloj digital del nochero que estaba al lado de mi cama: 3: 30 A.m. Dios, era realmente temprano y aunque la luz grisácea de la madrugada se filtraba por la cortina, sabía que debía por beneficio propio, volver a dormir, pero me era imposible, me senté en la cama y encendí la lámpara del nochero sin razón. Me quedé mirando mi habitación. Las paredes blancas, con una que otra mancha hecha por mí cuando era pequeña. Sonreí sin alegría al percatarme de que tenía pósters de dos bandas que me gustaban, pero no de mi favorita. El escritorio estaba casi totalmente iluminado por la débil luz, ya que la ranura de la cortina en el lado derecho era bastante grande como para dejar entrar tanta luz. La montaña de cuadernos desordenados me hizo recordar que debía ordenar mi escritorio en la tarde cuando llegara de la escuela, tarea que me desagradaba a sobremanera, mi escritorio estaba lleno de papeles inservibles, lápices, colores, dibujos, notas, escritos torpes… De todo, pero nada servía, ni siquiera los exámenes de la escuela, ni los viejos trabajos.
El tocador estaba más presentable, debido al poco uso que le daba… Cremas, esmaltes para uñas, maquillaje, perfumes… No usaba demasiado de esas cosas, a duras penas usaba algo de base para la piel y bloqueador solar.
Me acosté de nuevo a releer los títulos que había en mi biblioteca: El mercader de Venecia, Romeo y Julieta, variadas enciclopedias, diccionarios, enciclopedias, Sueño de una noche de verano…
Suspiré aburrida, necesitaba dormir, debía dormir. Negué con la cabeza y me senté en la cama exasperada; no podía creer que mi padre estuviera a menos de 20 metro de mi. Era extraño sentir esa sensación de fraternidad.
Quería hablar más con papá, pero me era imposible, los doce años de confianza que deposité en él, se habían esfumado en sólo cuatro.
Le dí una mirada al reloj: 4: 50 am.
¡Genial! Pensé, ya podía levantarme, pero no debía hacer ruido.
Ni un bostezo, ni un estiramiento, ni un solo destello de sueño, yo sólo quería levantarme y estar activa.
Me arreglé como de costumbre, el baño terminó de despertarme. Nadie daba señales de vida, dormían como bebes.
Me puse un Jean común y un suéter violeta.
Bajé a preparar mi desayuno, sin percatarme de nada más. Huevos, pan, chocolate caliente.
Antes de terminar de cocinar, sentí frío, miré por la ventana que daba al patio trasero.
Todo estaba completamente mojado, supuse que por mi reciente hiperactividad no me había percatado de la lluvia.
Subí corriendo hacia mi habitación por una chaqueta y unos guantes. Ah y a cambiar mis zapatos, no quería andar todo el día con tenis llenos de agua.
Suspiré y me cambié los zapatos diarios por unas botas violetas que nunca utilizaba, tomé la chaqueta marrón de la puerta del armario y me la puse sin pensarlo.
Terminé poniéndome unos guantes marrón oscuro, casi vinotinto y volví a bajar corriendo para evitar hacer un desastre en la cocina con el chocolate.
Tenía que salir de casa, no quería quedarme más allí, terminé el desayuno y subí hasta la habitación de mi madre para despedirme de ella y luego de Danny.
Dudé dos veces antes de ir por mi padre, me detuve en medio del corredor, suspiré y fui a despedirme de él.
Bajé las escaleras apresurada y justo cuando mi corazón se desbocó al sentir la adrenalina cuando casi caigo al resbalar en las escaleras, todo se detuvo.
Y parada frente a mí, una chica que yo conocía, no muy bien, Ian me la había presentado… Piel morena, sonrisa perfecta, ojos dulces y oscuros, profundamente oscuros, con ese cabello que yo nunca podría tener, ese cabello negro como sus ojos y unos pómulos rosáceos, no supe si por el maquillaje que era notorio, o si era a causa de la excitación y la diversión que era evidente en sus ojos y su perfecta sonrisa.
Celeste, la novia de Ian estaba parada allí de forma tan grácil y felina que me asustaba y no sólo por el hecho de que estuviera en mi casa a las 5: 30 de la madrugada, sino también por el deseo de algo escondido en su mirada.
Me concentré en el contorno de su cuerpo, en su cabeza, sus manos y pies, donde la energía se concentraba más. Esperé unos minutos a que ella hiciera algo, pero no se movió.
Cuando al fin pude ver su aura, era algo roja, cardenal, no era nada bueno.
Luego de deducir esto, sus pies se movieron lentamente acercándose a mí. El miedo me invadió, tragué saliva de forma ruidosa y la miré expectante, conteniendo la respiración. No tenía ni la más minima idea, de por qué sentía miedo, pero sabía que debía tenerlo.
Se acercó lentamente a mí, cada paso hacía que mi corazón latiera más rápido –No debes interferir en mis planes, sólo aléjate o sufrirás… Mucho- Fruncí el ceño y la miré fijamente, esos ojos oscuros y penetrantes me causaban miedo, pero si le sostenía fijamente la mirada, no notaría cuanto podría llegar a temerle.
Cuando esbozó esa sonrisa que expresaba suficiencia, volví a la realidad, o al menos eso sentí; estaba sudando, pero podía sentir el aire, el sonido, todo era normal, incluso sentí el dolor en mi pierna contra la madera de las escaleras.
Gruñí enojada, frustrada, para se exacta
Necesitaba a Ian, pero como siempre andaba en donde él quisiera, no sabía si estaría acechándome. Salí de casa con el ceño fruncido, no podía creer lo que había pasado, la novia de Ian me había amenazado y había detenido el tiempo, definitivamente, estaba segura en un noventinueve por ciento, de que ella era la que emanaba esa energía maligna, pero Ian no lo notaba, ese era el truco que ella guardaba. Negué con la cabeza y miré a mí alrededor al sentir una presencia familiar.
-Hola Nicole- dije sin voltear a mirarla, sabía de antemano que era ella.
-Hola Angel ¿cómo estás?- su tono era alegre, perfectamente audible y pacifico.
-Bien ¿y tu?- continué, casi murmurando atropellando las palabras.
-Bastante bien, gracias linda- dijo y se quedó tarareando una canción alegre.
El sol no salía, la lluvia continuaba, como llovizna pero continuaba.
Definitivamente en todo el sentido de la expresión, me había levantado con el pie izquierdo, y sin ironía porque soy diestra.
Suspire y negué con la cabeza. Traté de concentrarme en mi trabajo de historia, era un tema fácil, las guerras imperialistas y nacionalistas, sólo debía hacer algo que recordara, como la guerra entre el sur y los habitantes de la frontera de Los Estados Unidos.
Toda mi concentración desaparecía cuando resbalé en un charco de agua y casi dejo caer mi libro allí.
Sonreí por mi buen juicio de haberme cambiado de ropa, las botas habían sido una gran ayuda.
Austin parecía haber desaparecido de la faz de la tierra hasta que llegó la hora del receso y se sentó con Nicole, Caroline y conmigo a comer y hablar… O al menos ellos hablaban, yo esperaba pacientemente a Ian, escuchando algo de Blink 182, sin dejar de pensar en el incidente de esa mañana. Ellos simplemente no notaban mi cambio de actitud.
Estaba paranoica y no me sorprendió evitar la mirada de Simon, un chico de mi clase, al notar como lo evitaba se acercó a mí y con expresión asustada preguntó algo que yo lo entendí como: -¿Por qué estás tan pálida?- instintivamente llevé mi mano a mi frente, me quité los audífonos y negué con la cabeza. -¿lo estoy? No lo sabía- y aunque mis manos estaban frías no le dí mucha importancia al asunto y permití que se fuera luego de que asintiera lentamente con la cabeza y yo le sonriera levemente en respuesta.
Ian no apareció y me pareció demasiado extraño, pero recapacité, sólo era paranoia o eso creía yo, confiando en mi buen juicio y mi madurez, no le conté a nadie sobre el incidente de Celeste antes de salir de casa. Además de ser extraño, podrían tacharme de loca y no lo era, sólo se debía a todo eso en lo que me había metido inconcientemente, sin quererlo ni siquiera. No era mi culpa todo ese ilusionismo en el que estaba involucrada. Nadie tenía la culpa, yo ni sabía que tenía un don, porque sólo parecía ser otra carga más para mi vida, mi vida llena de cosas que hacer, responsabilidades y metas. Sólo tenía que saber como manejar todo ese lío y podría sobrevivir o eso esperaba.