Post by isabela on May 3, 2010 14:08:42 GMT -5
Cáp. XIII.
Las clases duraron una eternidad y no pude soportar tener que ir a clase de deportes con Celeste, así que no me importó lo que dijera ningún maestro, simplemente me quedé en la cafetería, esperando que él tiempo pasara tan rápido como pudiese. Al menos tenía mi reproductor de música conmigo.
Tomé una bocanada de aire y me culpé a mi misma por ser una cobarde y huir de Celeste, sabía que era una tontería huir en la escuela, pero estaba conciente de que ella tenía habilidades y que no dudaría en usarlas aquí si era necesario.
Negué con la cabeza y subí el volumen hasta que me dolieron los oídos y pude ahogar mis ridículos pensamientos acerca de Celeste, apoyé la cabeza contra el frío aluminio de la mesa, sintiendo la frescura en mi mejilla.
Podía dormir, pero de seguro me vería ridícula. Ladeé la cabeza y ví a mi maestra de Español sentada en la mesa del lado, ¿Por qué no me había enviado a mi clase? ¿De verdad parecía enferma o algo así? Puse los ojos en blanco y sonreí levemente ante la ventaja que tenía.
Cerré los ojos y metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón, buscando algo de dinero para comprar algo de tomar, una limonada, agua, incluso café. Pero nada, mi dinero estaba en mi billetera y mi billetera en mi mochila, resoplé y mi mochila en el casillero.
No quería caminar, ya era demasiado, ya estaba cómodamente “enferma” en la cafetería y arriesgarme a ir hasta mi casillero sólo para satisfacer un tonto deseo no valía la pena.
Dejé de buscar en puse las manos en la mesa mientras escuchaba algo calmado, instrumental, casi abusaban del piano y esa voz debía ser de un verdadero ángel… O de Celín Dión, para suerte de la chica que cantaba, ella estaba en una banda y era mucho más joven que Celín.
Cuando comencé a perder el conocimiento y dejarme llevar por el sueño, sentí una presencia fuerte y familiar. Mantuve los ojos cerrados y no hablé, por más que quisiera, lo único que le diría serían cosas malas acerca de Celeste, algo que se vería inmaduro. O le diría que quería golpearla y no se vería bien en mí, debido a que siempre había sido pacifica.
Confiaba en que no me molestaría y me dejaría tranquila, que no me “despertaría” o lo que fuese, pero torcí los labios cuando comenzó con la tortura antes de lo que pensaba.
-Hola- saludó inocentemente, conciente de que podía oírlo.
-Hola Ian- dije con desaliento
-¿Qué sucede?- inquirió con más inocencia aún.
-Ha sido un mal día, sólo eso- Prometí sin ganas.
-Mmm ¿Puedo Ayudar?- dijo con tono dulce. Traté de negar con la cabeza, pero estaba muy cómoda.
-No, no te preocupes- respondí al tiempo que cerraba los ojos de nuevo.
-No te creo, algo más sucede Angel- dijo con tono desesperado y enfadado.
-Confía en mí por una vez ¿si?- rogué con esperanzas de que lo hiciera.
-Confiaría en ti si fueras menos testaruda y despistada- hizo una pausa para continuar con tono pensativo –algo desafortunada, terca, orgullosa…-
Enarqué las cejas e hice que se detuviera cuando pisé con fuerza su píe que estaba al lado del mío.
-Gracias que amable eres- comenté con sarcasmo.
-Sí, lo siento- se disculpó y apoyó su cabeza en la mesa igual que yo.
-Hola- saludé de nuevo cuando lo miré a los ojos.
-Ahora sí, terquedad ¿Qué sucede?- preguntó con una sonrisa burlona, pero sólo en sus labios, no sonreía del todo.
-No me creerás- advertí.
-Prometo esforzarme-prometió.
-Ok, Me amenazaron- dije con indiferencia.
-No parece gran cosa- comentó Ian.
-Bueno, en mi propia casa- aclaré a medias.
-Mmm no te hagas tatuajes, no uses esa ropa, no te perfores, no te tintures el cabello de verde ¿qué más pudieron decirte?- bromeó sin una sola nota de gracia.
-No fue nadie de mi familia Ian- seguí aclarando el asunto poco a poco.
-¿Nicole, Caroline, Austin, un vecino o el cartero?- apreté los labios.
-Era demasiado temprano para que cualquiera de esos estuviese en mi casa a esa hora- agregué.
-Por teléfono tal vez- intentó de nuevo
-Mmm no… fue en persona, a las cinco y treinta de la mañana- admití.
-Bien, dime quién fue el demente- persistió. Tomé una bocanada de aire y cerré los ojos.
-Recuerda que prometiste hacer un esfuerzo- hice una pausa y suspiré –Celeste, tu… tu novia- dije entre dientes, abrí los ojos para ver su expresión. Estaba totalmente calmado, distante, pero calmado, su mirada perdida lo decía todo; estaba buscando la forma de creerme, pero no la encontraba, de cualquier modo era difícil de creer.
-Disculpa pero no, no es posible- dijo al fin.
-Como digas, al menos traté- me levanté de la mesa y noté que Ian se paró al frente mío en menos de lo que creí –Pensé que siempre sabías lo que tenía en mente, pensé que podías al menos depositar algo de tu sobrada confianza en mí, pero mmm, me equivoqué- dije y lo esquivé para continuar mi camino.
-Angel, ah, no te enojes, pero- me tomó por los brazos y fruncí el ceño –es imposible, no tienes por qué sentir celos de Celeste, eres mi amiga y siempre te cuidaré- resoplé, no me importaba, sólo quería estar sola, traté de soltarme, pero no tenía fuerza y él era más fuerte que yo.
-Ian ¿Por qué no dejas a Angel que vaya a la enfermería? O ¿Tienes algún problema con ella?- interfirió la maestra de español, que aunque fuese de baja estatura, casi de mi tamaño, delgada y pareciera débil a comparación de Ian… Él debía obedecerla y agradecí que así fuese; Ian me soltó y la maestra lo entretuvo, dándole un pequeño sermón acerca del respeto entre compañeros, el respeto hacia las mujeres y la solidaridad, sonreí con suficiencia y de nuevo el chico… Simón, regresó con otro de sus comentarios. No le dí importancia y continué en mi camino hacia ningún lado.
Estaba en el corredor del conserje, subiendo hacia mi salón, algo que odiaba era el olor a humedad de ese lugar, pero me agradaba que fuese tan silencioso y con poca luz. Caminé dos pasos más entretenida, disfrutando esta vez de la frescura del húmedo corredor cuando tropecé con algo.
Hubiese sido una terrible y bochornosa caída de no ser porque Austin era lo que me había obstruido el paso.
-¡Oh!- Exclamé sorprendida –Lo siento- dije torpemente.
-No te preocupes- respondió mientras me ayudaba a levantar.
-¿No tienes clase?- pregunté sacudiendo mi pantalón.
-A veces es saludable faltar a clase, más aún si es de química- argumentó con una sonrisa. En ese momento no podía juzgarlo, yo estaba saltando clases, pero él vivía fuera de clases, sin importar cuál fuera.
-¿Tú qué haces fuera de clases?- preguntó con tono de sospecha.
-No me siento bien hoy- mentí, el caso era que no quería clase con Celeste, o estar cerca de ella.
-Entiendo- aseguró mientras caminábamos hasta mi salón, luego hubo ese silencio entre nosotros, a mi no me incomodaba, pero no sabía si a él si. De cualquier forma, no lo rompí y continué caminando.
El día era gris y seguro Ian iría a reclamarme luego. Me senté apoyándome en la puerta de mi salón de clase. Vi a Austin dirigirse hacía el señor Franco, uno de mis maestros, no sabía si a él también le daba clases, pero no le dí importancia y recosté mi cabeza en la puerta y cerré los ojos, escuchando las goteras que caían desde el piso de arriba, los gritos de las porristas que se encontraban en la cancha principal, sin una de ellas. Escuché una suave voz desde el salón del lado, recibiendo una clase en silencio y amena, diferente a todas las que yo recibía.
Luego mi concentración rompió al escuchar los pasos de Austin, acercándose a mí, lo miré y puso una nota frente a mi rostro, la letra cursiva, ilegible no significaba mucho para mí, debido a que no sabía que era.
-Te acompaño a casa- dijo y extendió su mano hacia mí, me apoyé en el suelo y en su mano para levantarme; ya entendía, un permiso para salir de la escuela.
-Ah te lo agradezco, pero mi abrigo y un par están ahí dentro y no puedo…- fui interrumpida por el tintinear de las llaves que Austin movía frente a mí –Eres un genio- finalicé.
Austin sacó mis libros y me entregó la chaqueta marrón que había dejado en el salón, luego fuimos por mi mochila hasta mi casillero y salimos sin problemas gracias a la compasión y compresión del señor Franco.
Pero como en mi vida, nada podría ser paz y tranquilidad, me enojé cuando vi a Ian parado en frente de nosotros fuera de la escuela.
Austin lo saludó como si fueran amigos de siempre, pero Ian se cruzó de brazos y lo ignoró por completo, para lanzarme una mirada acusatoria.
Austin palmeó mi hombro y dándome amino –Te veo luego Angel- murmuró. Asentí levemente y miré con más rabia a Ian.
-¿Ahora qué?- dije entre dientes.
-¿¡Ahora qué!? Angel…- dijo Ian en tono frustrado.
-¿Cuál es tu problema?- dije enojada.
-Tu eres mi problema, eres tan terca, ¿por qué simplemente no me dices que es cierto, te creería- prometió, pero yo ya no podía confiar en él, estaba totalmente cegado por Celeste.
-Tú no confías en mí, deja que tu novia me mate y así te salvas de tener que cargar conmigo y tener que entrenarme y enseñarme ese montón de tonterías- dije levantando un poco la voz.
-Dios, no eres una carga- insistió con cansancio.
-Ahórrate tus palabras Ian- finalicé y comencé a caminar tratando de encontrar o alcanzar a Austin.
Sabía que Ian me seguiría, pero no le dí importancia a ese hecho, para no quitarle dramatismo a mi huida. Ví a Austin sentado en un muro tranquilamente, sonreí al saber que Ian no podía hacer nada en ese caso. Pero mi sonrisa se desdibujó por completo cuando sentí otra presencia. Me dí vuelta para ver a Celeste justo detrás de Ian, quien se dio vuelta al notar mi expresión. Celeste no era buena, lo sabía, no sólo por su amenaza, sino por su aura y la energía que emanaba. Y al parecer Austin creía lo mismo, porque se levantó y se acercó a nosotros con rapidez y me puso detrás de él.
Confianza.
Las clases duraron una eternidad y no pude soportar tener que ir a clase de deportes con Celeste, así que no me importó lo que dijera ningún maestro, simplemente me quedé en la cafetería, esperando que él tiempo pasara tan rápido como pudiese. Al menos tenía mi reproductor de música conmigo.
Tomé una bocanada de aire y me culpé a mi misma por ser una cobarde y huir de Celeste, sabía que era una tontería huir en la escuela, pero estaba conciente de que ella tenía habilidades y que no dudaría en usarlas aquí si era necesario.
Negué con la cabeza y subí el volumen hasta que me dolieron los oídos y pude ahogar mis ridículos pensamientos acerca de Celeste, apoyé la cabeza contra el frío aluminio de la mesa, sintiendo la frescura en mi mejilla.
Podía dormir, pero de seguro me vería ridícula. Ladeé la cabeza y ví a mi maestra de Español sentada en la mesa del lado, ¿Por qué no me había enviado a mi clase? ¿De verdad parecía enferma o algo así? Puse los ojos en blanco y sonreí levemente ante la ventaja que tenía.
Cerré los ojos y metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón, buscando algo de dinero para comprar algo de tomar, una limonada, agua, incluso café. Pero nada, mi dinero estaba en mi billetera y mi billetera en mi mochila, resoplé y mi mochila en el casillero.
No quería caminar, ya era demasiado, ya estaba cómodamente “enferma” en la cafetería y arriesgarme a ir hasta mi casillero sólo para satisfacer un tonto deseo no valía la pena.
Dejé de buscar en puse las manos en la mesa mientras escuchaba algo calmado, instrumental, casi abusaban del piano y esa voz debía ser de un verdadero ángel… O de Celín Dión, para suerte de la chica que cantaba, ella estaba en una banda y era mucho más joven que Celín.
Cuando comencé a perder el conocimiento y dejarme llevar por el sueño, sentí una presencia fuerte y familiar. Mantuve los ojos cerrados y no hablé, por más que quisiera, lo único que le diría serían cosas malas acerca de Celeste, algo que se vería inmaduro. O le diría que quería golpearla y no se vería bien en mí, debido a que siempre había sido pacifica.
Confiaba en que no me molestaría y me dejaría tranquila, que no me “despertaría” o lo que fuese, pero torcí los labios cuando comenzó con la tortura antes de lo que pensaba.
-Hola- saludó inocentemente, conciente de que podía oírlo.
-Hola Ian- dije con desaliento
-¿Qué sucede?- inquirió con más inocencia aún.
-Ha sido un mal día, sólo eso- Prometí sin ganas.
-Mmm ¿Puedo Ayudar?- dijo con tono dulce. Traté de negar con la cabeza, pero estaba muy cómoda.
-No, no te preocupes- respondí al tiempo que cerraba los ojos de nuevo.
-No te creo, algo más sucede Angel- dijo con tono desesperado y enfadado.
-Confía en mí por una vez ¿si?- rogué con esperanzas de que lo hiciera.
-Confiaría en ti si fueras menos testaruda y despistada- hizo una pausa para continuar con tono pensativo –algo desafortunada, terca, orgullosa…-
Enarqué las cejas e hice que se detuviera cuando pisé con fuerza su píe que estaba al lado del mío.
-Gracias que amable eres- comenté con sarcasmo.
-Sí, lo siento- se disculpó y apoyó su cabeza en la mesa igual que yo.
-Hola- saludé de nuevo cuando lo miré a los ojos.
-Ahora sí, terquedad ¿Qué sucede?- preguntó con una sonrisa burlona, pero sólo en sus labios, no sonreía del todo.
-No me creerás- advertí.
-Prometo esforzarme-prometió.
-Ok, Me amenazaron- dije con indiferencia.
-No parece gran cosa- comentó Ian.
-Bueno, en mi propia casa- aclaré a medias.
-Mmm no te hagas tatuajes, no uses esa ropa, no te perfores, no te tintures el cabello de verde ¿qué más pudieron decirte?- bromeó sin una sola nota de gracia.
-No fue nadie de mi familia Ian- seguí aclarando el asunto poco a poco.
-¿Nicole, Caroline, Austin, un vecino o el cartero?- apreté los labios.
-Era demasiado temprano para que cualquiera de esos estuviese en mi casa a esa hora- agregué.
-Por teléfono tal vez- intentó de nuevo
-Mmm no… fue en persona, a las cinco y treinta de la mañana- admití.
-Bien, dime quién fue el demente- persistió. Tomé una bocanada de aire y cerré los ojos.
-Recuerda que prometiste hacer un esfuerzo- hice una pausa y suspiré –Celeste, tu… tu novia- dije entre dientes, abrí los ojos para ver su expresión. Estaba totalmente calmado, distante, pero calmado, su mirada perdida lo decía todo; estaba buscando la forma de creerme, pero no la encontraba, de cualquier modo era difícil de creer.
-Disculpa pero no, no es posible- dijo al fin.
-Como digas, al menos traté- me levanté de la mesa y noté que Ian se paró al frente mío en menos de lo que creí –Pensé que siempre sabías lo que tenía en mente, pensé que podías al menos depositar algo de tu sobrada confianza en mí, pero mmm, me equivoqué- dije y lo esquivé para continuar mi camino.
-Angel, ah, no te enojes, pero- me tomó por los brazos y fruncí el ceño –es imposible, no tienes por qué sentir celos de Celeste, eres mi amiga y siempre te cuidaré- resoplé, no me importaba, sólo quería estar sola, traté de soltarme, pero no tenía fuerza y él era más fuerte que yo.
-Ian ¿Por qué no dejas a Angel que vaya a la enfermería? O ¿Tienes algún problema con ella?- interfirió la maestra de español, que aunque fuese de baja estatura, casi de mi tamaño, delgada y pareciera débil a comparación de Ian… Él debía obedecerla y agradecí que así fuese; Ian me soltó y la maestra lo entretuvo, dándole un pequeño sermón acerca del respeto entre compañeros, el respeto hacia las mujeres y la solidaridad, sonreí con suficiencia y de nuevo el chico… Simón, regresó con otro de sus comentarios. No le dí importancia y continué en mi camino hacia ningún lado.
Estaba en el corredor del conserje, subiendo hacia mi salón, algo que odiaba era el olor a humedad de ese lugar, pero me agradaba que fuese tan silencioso y con poca luz. Caminé dos pasos más entretenida, disfrutando esta vez de la frescura del húmedo corredor cuando tropecé con algo.
Hubiese sido una terrible y bochornosa caída de no ser porque Austin era lo que me había obstruido el paso.
-¡Oh!- Exclamé sorprendida –Lo siento- dije torpemente.
-No te preocupes- respondió mientras me ayudaba a levantar.
-¿No tienes clase?- pregunté sacudiendo mi pantalón.
-A veces es saludable faltar a clase, más aún si es de química- argumentó con una sonrisa. En ese momento no podía juzgarlo, yo estaba saltando clases, pero él vivía fuera de clases, sin importar cuál fuera.
-¿Tú qué haces fuera de clases?- preguntó con tono de sospecha.
-No me siento bien hoy- mentí, el caso era que no quería clase con Celeste, o estar cerca de ella.
-Entiendo- aseguró mientras caminábamos hasta mi salón, luego hubo ese silencio entre nosotros, a mi no me incomodaba, pero no sabía si a él si. De cualquier forma, no lo rompí y continué caminando.
El día era gris y seguro Ian iría a reclamarme luego. Me senté apoyándome en la puerta de mi salón de clase. Vi a Austin dirigirse hacía el señor Franco, uno de mis maestros, no sabía si a él también le daba clases, pero no le dí importancia y recosté mi cabeza en la puerta y cerré los ojos, escuchando las goteras que caían desde el piso de arriba, los gritos de las porristas que se encontraban en la cancha principal, sin una de ellas. Escuché una suave voz desde el salón del lado, recibiendo una clase en silencio y amena, diferente a todas las que yo recibía.
Luego mi concentración rompió al escuchar los pasos de Austin, acercándose a mí, lo miré y puso una nota frente a mi rostro, la letra cursiva, ilegible no significaba mucho para mí, debido a que no sabía que era.
-Te acompaño a casa- dijo y extendió su mano hacia mí, me apoyé en el suelo y en su mano para levantarme; ya entendía, un permiso para salir de la escuela.
-Ah te lo agradezco, pero mi abrigo y un par están ahí dentro y no puedo…- fui interrumpida por el tintinear de las llaves que Austin movía frente a mí –Eres un genio- finalicé.
Austin sacó mis libros y me entregó la chaqueta marrón que había dejado en el salón, luego fuimos por mi mochila hasta mi casillero y salimos sin problemas gracias a la compasión y compresión del señor Franco.
Pero como en mi vida, nada podría ser paz y tranquilidad, me enojé cuando vi a Ian parado en frente de nosotros fuera de la escuela.
Austin lo saludó como si fueran amigos de siempre, pero Ian se cruzó de brazos y lo ignoró por completo, para lanzarme una mirada acusatoria.
Austin palmeó mi hombro y dándome amino –Te veo luego Angel- murmuró. Asentí levemente y miré con más rabia a Ian.
-¿Ahora qué?- dije entre dientes.
-¿¡Ahora qué!? Angel…- dijo Ian en tono frustrado.
-¿Cuál es tu problema?- dije enojada.
-Tu eres mi problema, eres tan terca, ¿por qué simplemente no me dices que es cierto, te creería- prometió, pero yo ya no podía confiar en él, estaba totalmente cegado por Celeste.
-Tú no confías en mí, deja que tu novia me mate y así te salvas de tener que cargar conmigo y tener que entrenarme y enseñarme ese montón de tonterías- dije levantando un poco la voz.
-Dios, no eres una carga- insistió con cansancio.
-Ahórrate tus palabras Ian- finalicé y comencé a caminar tratando de encontrar o alcanzar a Austin.
Sabía que Ian me seguiría, pero no le dí importancia a ese hecho, para no quitarle dramatismo a mi huida. Ví a Austin sentado en un muro tranquilamente, sonreí al saber que Ian no podía hacer nada en ese caso. Pero mi sonrisa se desdibujó por completo cuando sentí otra presencia. Me dí vuelta para ver a Celeste justo detrás de Ian, quien se dio vuelta al notar mi expresión. Celeste no era buena, lo sabía, no sólo por su amenaza, sino por su aura y la energía que emanaba. Y al parecer Austin creía lo mismo, porque se levantó y se acercó a nosotros con rapidez y me puso detrás de él.