Post by isabela on May 26, 2010 16:29:18 GMT -5
Cáp. XIV
De algún modo, por más débil e inútil que yo fuese en ese momento, me preocupé más por Austin, que trataba de protegerme, él no tenía nada que ver con todo ese estupido e ilógico conflicto, realmente me tenía sin cuidado lo que me sucediera a mí, podían hacerme cualquier cosa, siempre y cuando Ian y Austin estuvieran a salvo. Por supuesto, ya todo había comenzado y probablemente terminara pronto, ¿podría alguien con poca suerte y débil como yo, servir de algo en ese momento?
Mi mente comenzó de un momento a otro a trabajar más rápido, tal vez, podría hacerlo bien, si analizaba bien la situación, si pensaba, si determinaba a quién me enfrentaba, tal vez, sólo tal vez, podría servir de algo y sacar a Austin del problema.
Miré a mi alrededor, percatándome de que las personas que nos rodeaban ya no estaban, las pequeñas tiendas, generalmente llenas de ruido y de un olor descriptivo, parecido al caramelo, el tabaco y el alcohol, había desaparecido, el color grisáceo del ambiente, no estaba, todo era como debería ser, con la diferencia de que sólo éramos cuatro personas, a punto de comenzar un conflicto innecesario.
El aire no tenía olor, o probablemente si lo tenía, pero era un olor natural, intenso que casi podía quemarme las fosas nasales, ese olor que caracteriza el frío, la tierra húmeda, ese olor, concentrado, que era igual a su apariencia, todo era azul, casi verdoso, estábamos cerca del invierno, a finales de otoño, era lo normal, el vapor calido que era común a esa hora, se había convertido en un viento frío, demasiado para mí tal vez; sentía poco a poco como mis manos se enfriaban y mis dedos se entumían, cada músculo se me estaba congelando. Era impresionante la forma en la que las personas podían cambiar la atmosfera con la contaminación y la rabia.
Porque era aparente que el aura de Celeste era rojo, intenso, pero claro. Era obvio que aunque gozara de atención, ella prefería la soledad.
Le lancé una mirada a Ian, quien comenzaba a enojarse con cada segundo que pasaba, podía verlo, no sólo en su aura grisácea, si no también en sus ojos, estaba sufriendo, sabía que la mirada de Austin le molestaba, quería protegerme, pero no sabía si confiar en Celeste o en mí.
Podía ver la frustración de Austin en el color azul, casi violeta de su aura.
Sabía que Austin no debía estar enfrentando mis batallas y que Ian no estaba en condiciones de pelear con Celeste, después de todo, ella iba contra mí, no contra ellos.
Vi como Celeste entornó los ojos y se apresuró a ponerse delante de Ian, conciente de que no necesitaba que él la protegiese, lo que yo le había dicho horas antes, por un segundo sentí el placer de tener la razón y quise sacárselo en cara, pero hubiese sido algo inmaduro y tonto; Austin se tensó y adoptó una postura derecha, mostrándose unos centímetros más alto que Celeste, ella lo miró con desprecio, mientras él trataba de mantener su orgullo intacto. Todo lo contrario a Ian, quien parecía un pobre chico abandonado.
Celeste le mostró su perfecta dentadura a Austin y dijo entre dientes –Es agradable saber que la sangre es solo un fluido que tenemos en común querido- dijo con voz aguda mientras empujaba a Austin detrás de ella. Sus palabras tenían sentido, eran familia, Austin y Celeste, por eso Austin siempre estaba cerca, él sabía que Celeste tramaba algo.
Los ojos penetrantes de Celeste se posaron sobre los míos, mostrándome el odio que me tenía, sus dientes perfectamente blancos y parejos estaban cerrados, era por poco más alta que yo, pero mucho más hermosa, casi la chica más hermosa que había visto.
-Eres sumamente despreciable- masculló entre dientes.
Vi mi reflejo en sus oscuros y felinos ojos; mi expresión mostraba confusión, pero tenía los ojos entrecerrados, comunicándole mi interrogante.
-Siempre estás ahí, metida en donde yo debería estar, por tu culpa mi vida es miserable- dijo mientras sus ojos flameaban, ya no podía ver mi reflejo en la oscuridad de éstos, sólo podía ver el color negro, oscureciendo aún más con cada palabra que decía –Eres un estorbo, para todos, cada persona que te rodea debe protegerte y aceptarte con tu estupido temperamento y tu terquedad- su tono era frío y agudo y su expresión mostraba ira, mucha rabia y resentimiento, su aura había cambiado, había tomado un color verdoso, casi repugnante.
Ian se apresuró a tomarla del brazo y a ponerla tras de él, evitando que hablara más.
Si bien sus palabras me habían herido, era conciente de que eran ciertas, de algún modo sabía que tenían otro significado para ella y que yo había hecho algo inconcientemente, que podía explicarme por qué me odiaba tanto.
Austin se paró a mi lado y me rodeó con su brazo por los hombros. Ya no estaba pensando, no había ningún conflicto, sólo el mío, conmigo misma.
Austin se acercó a Ian y a Celeste, mientras mi mente trataba de trabajar como antes, pero no podía; vi como Ian se enojaba y Celeste, muy pagada de si misma, sonreía con gracia. Y aunque yo no podía creer que había tenido una leve esperanza, traté de recomponerme y no demostrar mi dolor y mi confusión, me acerqué a Austin y lo tomé del brazo con cuidado. Hice un pequeño movimiento con la cabeza, indicándole que debíamos dejar las cosas así.
Le lancé una mirada decepcionada a Ian y no me atreví a mirar a Celeste, atemorizada por lo que esos oscuros ojos podían hacerme con esa mirada desdeñosa.
Los ojos de Ian brillaron con un atisbo de tristeza al ver lo enojada que estaba con él.
Sólo quería irme a casa, así que comencé a caminar por la calle sin percatarme de que la calidez del sol regresaba poco a poco, mientras el ruido lastimaba mis oídos.
Negué con la cabeza, y pude sentir unos ojos tristes detrás de mí. Ian estaba arrepentido, pero podía dar como terminada nuestra amistad, me había decepcionado más de lo que yo podía soportar.
Las personas inconcientes del truco realizado por Celeste continuaban con su vida, sin saber si quiera que la chica que admiraban cuando veían su insoportable belleza, era una persona llena de odio, escondiendo sus resentimientos tras unos ojos brillantes y una sonrisa hipócrita.
-¿Estas bien?- inquirió Austin con preocupación.
Simplemente asentí lentamente con la cabeza, mientras levantaba la mirada hacía el horizonte y entornaba los ojos, planeando ser algo que nunca había pensado ser.
Y aunque me atemorizara de las consecuencias del mañana, debía tomar el riesgo y descubrir el sentido de las hirientes palabras de Celeste.
-Puedo ir a casa sola- dije con valentía y con tono serio.
-Prefiero acompañarte- admitió Austin, su voz mostraba el miedo que sentía al verme, yo misma estaba aterrada ante la fortaleza que Celeste me estaba dando inconcientemente.
Ya no se trataba de mí, ya no era sólo yo; debía proteger a Austin de su pariente, debía preocuparme por mi familia y todos los que me rodeaban, ahí fue donde me percaté de dos personas. Tomé mi celular y entré a los mensajes de texto, busqué dos números y envié algo sencillo: “Te espero en mi casa, no tardes”.
Nicole y Caroline podían estar más propensas al daño colateral causado por mi futuro conflicto con Celeste, que aunque no debiera, debía advertirlas, antes de que el daño colateral del conflicto las alcanzara a ellas.
Conflicto.
De algún modo, por más débil e inútil que yo fuese en ese momento, me preocupé más por Austin, que trataba de protegerme, él no tenía nada que ver con todo ese estupido e ilógico conflicto, realmente me tenía sin cuidado lo que me sucediera a mí, podían hacerme cualquier cosa, siempre y cuando Ian y Austin estuvieran a salvo. Por supuesto, ya todo había comenzado y probablemente terminara pronto, ¿podría alguien con poca suerte y débil como yo, servir de algo en ese momento?
Mi mente comenzó de un momento a otro a trabajar más rápido, tal vez, podría hacerlo bien, si analizaba bien la situación, si pensaba, si determinaba a quién me enfrentaba, tal vez, sólo tal vez, podría servir de algo y sacar a Austin del problema.
Miré a mi alrededor, percatándome de que las personas que nos rodeaban ya no estaban, las pequeñas tiendas, generalmente llenas de ruido y de un olor descriptivo, parecido al caramelo, el tabaco y el alcohol, había desaparecido, el color grisáceo del ambiente, no estaba, todo era como debería ser, con la diferencia de que sólo éramos cuatro personas, a punto de comenzar un conflicto innecesario.
El aire no tenía olor, o probablemente si lo tenía, pero era un olor natural, intenso que casi podía quemarme las fosas nasales, ese olor que caracteriza el frío, la tierra húmeda, ese olor, concentrado, que era igual a su apariencia, todo era azul, casi verdoso, estábamos cerca del invierno, a finales de otoño, era lo normal, el vapor calido que era común a esa hora, se había convertido en un viento frío, demasiado para mí tal vez; sentía poco a poco como mis manos se enfriaban y mis dedos se entumían, cada músculo se me estaba congelando. Era impresionante la forma en la que las personas podían cambiar la atmosfera con la contaminación y la rabia.
Porque era aparente que el aura de Celeste era rojo, intenso, pero claro. Era obvio que aunque gozara de atención, ella prefería la soledad.
Le lancé una mirada a Ian, quien comenzaba a enojarse con cada segundo que pasaba, podía verlo, no sólo en su aura grisácea, si no también en sus ojos, estaba sufriendo, sabía que la mirada de Austin le molestaba, quería protegerme, pero no sabía si confiar en Celeste o en mí.
Podía ver la frustración de Austin en el color azul, casi violeta de su aura.
Sabía que Austin no debía estar enfrentando mis batallas y que Ian no estaba en condiciones de pelear con Celeste, después de todo, ella iba contra mí, no contra ellos.
Vi como Celeste entornó los ojos y se apresuró a ponerse delante de Ian, conciente de que no necesitaba que él la protegiese, lo que yo le había dicho horas antes, por un segundo sentí el placer de tener la razón y quise sacárselo en cara, pero hubiese sido algo inmaduro y tonto; Austin se tensó y adoptó una postura derecha, mostrándose unos centímetros más alto que Celeste, ella lo miró con desprecio, mientras él trataba de mantener su orgullo intacto. Todo lo contrario a Ian, quien parecía un pobre chico abandonado.
Celeste le mostró su perfecta dentadura a Austin y dijo entre dientes –Es agradable saber que la sangre es solo un fluido que tenemos en común querido- dijo con voz aguda mientras empujaba a Austin detrás de ella. Sus palabras tenían sentido, eran familia, Austin y Celeste, por eso Austin siempre estaba cerca, él sabía que Celeste tramaba algo.
Los ojos penetrantes de Celeste se posaron sobre los míos, mostrándome el odio que me tenía, sus dientes perfectamente blancos y parejos estaban cerrados, era por poco más alta que yo, pero mucho más hermosa, casi la chica más hermosa que había visto.
-Eres sumamente despreciable- masculló entre dientes.
Vi mi reflejo en sus oscuros y felinos ojos; mi expresión mostraba confusión, pero tenía los ojos entrecerrados, comunicándole mi interrogante.
-Siempre estás ahí, metida en donde yo debería estar, por tu culpa mi vida es miserable- dijo mientras sus ojos flameaban, ya no podía ver mi reflejo en la oscuridad de éstos, sólo podía ver el color negro, oscureciendo aún más con cada palabra que decía –Eres un estorbo, para todos, cada persona que te rodea debe protegerte y aceptarte con tu estupido temperamento y tu terquedad- su tono era frío y agudo y su expresión mostraba ira, mucha rabia y resentimiento, su aura había cambiado, había tomado un color verdoso, casi repugnante.
Ian se apresuró a tomarla del brazo y a ponerla tras de él, evitando que hablara más.
Si bien sus palabras me habían herido, era conciente de que eran ciertas, de algún modo sabía que tenían otro significado para ella y que yo había hecho algo inconcientemente, que podía explicarme por qué me odiaba tanto.
Austin se paró a mi lado y me rodeó con su brazo por los hombros. Ya no estaba pensando, no había ningún conflicto, sólo el mío, conmigo misma.
Austin se acercó a Ian y a Celeste, mientras mi mente trataba de trabajar como antes, pero no podía; vi como Ian se enojaba y Celeste, muy pagada de si misma, sonreía con gracia. Y aunque yo no podía creer que había tenido una leve esperanza, traté de recomponerme y no demostrar mi dolor y mi confusión, me acerqué a Austin y lo tomé del brazo con cuidado. Hice un pequeño movimiento con la cabeza, indicándole que debíamos dejar las cosas así.
Le lancé una mirada decepcionada a Ian y no me atreví a mirar a Celeste, atemorizada por lo que esos oscuros ojos podían hacerme con esa mirada desdeñosa.
Los ojos de Ian brillaron con un atisbo de tristeza al ver lo enojada que estaba con él.
Sólo quería irme a casa, así que comencé a caminar por la calle sin percatarme de que la calidez del sol regresaba poco a poco, mientras el ruido lastimaba mis oídos.
Negué con la cabeza, y pude sentir unos ojos tristes detrás de mí. Ian estaba arrepentido, pero podía dar como terminada nuestra amistad, me había decepcionado más de lo que yo podía soportar.
Las personas inconcientes del truco realizado por Celeste continuaban con su vida, sin saber si quiera que la chica que admiraban cuando veían su insoportable belleza, era una persona llena de odio, escondiendo sus resentimientos tras unos ojos brillantes y una sonrisa hipócrita.
-¿Estas bien?- inquirió Austin con preocupación.
Simplemente asentí lentamente con la cabeza, mientras levantaba la mirada hacía el horizonte y entornaba los ojos, planeando ser algo que nunca había pensado ser.
Y aunque me atemorizara de las consecuencias del mañana, debía tomar el riesgo y descubrir el sentido de las hirientes palabras de Celeste.
-Puedo ir a casa sola- dije con valentía y con tono serio.
-Prefiero acompañarte- admitió Austin, su voz mostraba el miedo que sentía al verme, yo misma estaba aterrada ante la fortaleza que Celeste me estaba dando inconcientemente.
Ya no se trataba de mí, ya no era sólo yo; debía proteger a Austin de su pariente, debía preocuparme por mi familia y todos los que me rodeaban, ahí fue donde me percaté de dos personas. Tomé mi celular y entré a los mensajes de texto, busqué dos números y envié algo sencillo: “Te espero en mi casa, no tardes”.
Nicole y Caroline podían estar más propensas al daño colateral causado por mi futuro conflicto con Celeste, que aunque no debiera, debía advertirlas, antes de que el daño colateral del conflicto las alcanzara a ellas.