Post by isabela on Jun 10, 2010 14:38:33 GMT -5
Cáp. XIV
Por extraño que fuese no estaba enojada, la alteración se me había pasado diez minutos después de llegar a casa. Claro, no quería ni recordar a Ian, era una perdida de tiempo.
Me senté en el sillón negro de la sala a leer un viejo libro de mi madre, que ya tenía las hojas amarillentas y dobladas, con la pasta algo desgastada y las letras borrosas. Siempre me preguntaré desde cuando lo tiene mi madre.
Pero mis ansias de leer no estaban despiertas, así que cerré el libro de filosofía, lo lancé con cuidado a la mesa que estaba a mi mano izquierda, repleta de candelabros, fotos y uno que otro papel.
Suspiré aburrida de esperar a Nicole y Caroline; me quedé mirando las paredes blancas, inmaculadas, adornadas sólo por un cuadro con un paisaje sencillo, de marco café, brillante por el esmalte y firmado por un tal “Thomas” sólo mi casa estaba adornada por ese cuadro. Me consolaba a veces para no burlarme de la situación, parecía que “Thomas” era un artista ¡capaz de pintar pinos, un monte parecido al Fuji de Japón y una pequeñísima cascada! Era todo un genio, un cuadro único que yo sería capaz de dibujar, incluso con mis limitados dores para el dibujo.
Me quedé ensimismada burlándome del pobre “Thomas” que no sentí que algo al costado de mi pierna vibraba con afán. Saqué mi celular, era un mensaje. Suspiré: numero desconocido. Que extraño. Pensé y leí el mensaje: No te enfades, sé que estás enojada conmigo.
No era necesario adivinar de quien era. Negué con la cabeza y deje el celular a un lado, hasta que volvió a vibrar, otro mensaje: Te explicaré, Celeste no le gusta que estemos cerca, es algo… Posesiva, lo siento.
Enarqué una ceja ¿Posesiva? ¿Había dicho eso?
Otro mensaje: Bien, te aclaro: es celosa, y no quiere perderme, o al menos eso es lo que dice.
Negué con la cabeza y comencé a preguntarme si Ian estaba escondido cerca con uno de sus truquitos, leyendo mi mente.
Volvió a vibrar el celular: eres astutas Ángel.
Estaba agotando mi paciencia, odiaba que hiciera eso.
-No quiero que te acerques, no pienso hacer caso a tus peticiones y por ultimo, olvídate de ser amigos- dije en voz alta, segura de que él escucharía, si verdaderamente estaba cerca.
El timbre sonó y corrí ansiosa a abrir. De inmediato abracé a Nicole, que tenía una chaqueta de Jean, una bufanda magenta, violeta y azul claro, con un Jean ajustado y sus botas preferidas. Luego abracé de forma menos efusiva a Caroline que llevaba el cabello recogido en una cola de caballo, con un suéter blanco y una falda roja, combinado con unas sandalias blancas.
Nicole tenía una expresión extraña, sus ojos almendrados estaban abiertos de par en par, sus labios sellados y las cejas levemente enarcadas. Parecía estar asustada o viendo un espanto.
Y aunque su rostro expresara eso, su voz seguía siendo aguda, como siempre lo era: fresca, dulce, cálida; me llenó de calma, aún cuando Ian me había sacado de quicio, aún cuando su expresión me había llenado de temor.
Caroline estaba hermosa, su rostro era brillante, era como mirar el sol, a veces sentía que no era mucho comparado con Caroline. Levanté las cejas y las dejé pasar.
-Tengo mucho que decirles, pero no digan ni una palabra si se refiere a que estoy loca o que estoy enferme- rogué, esperando que la petición no les sonara descabellada. Caroline sonrió de forma burlona, ya comenzaba a sentirme mal.
-Cielo, ya sabemos lo que nos vas a decir, todo- comentó Nicole, solté una risita tonta ante tal declaración, ella no tenía ni idea.
-En serio Ángel, sabemos más que tú- afirmó Caroline, odiaba cuando adoptaba esa actitud tan prepotente y testaruda.
-Niñas, en serio, déjenme hablar- rogué de forma infantil. La sonrisa de Caroline se hizo más ancha.
-Ángel, verás, Ian te hizo enojar y lo entendemos, Celeste te tiene muerta del miedo y lo sabemos, aunque tu no lo sientas así, tienes miedo y no es malo querida, conocemos cada palabra que vas a decirnos, no te creemos loca- la postura derecha, con los tobillos cruzados, la cabeza en alto, sus ojos sobre los míos y su voz uniforme y clara me decían que todo estaba dicho y no supe cuándo supieron todo, estaba confundida –Aurora, Luna, Ian, Kai, la energía que tanto te molesta, los colores del aura, el poder de Ian, todo, todo lo sabemos- Caroline pronunciaba las palabras con énfasis en cada letra, mientras yo me encogía y trataba de cerrar la boca.
La expresión de Nicole volvió a tornarse oscura y llena de miedo o algo así, no estaba muy segura, pero sus ojos abiertos de par en par y sus cejas levantadas me daban una pequeña idea.
Los labios de Caroline se abrieron de nuevo, mientras automáticamente su expresión se volvía autoritaria e inclinaba su rostro hacia el mío, pero adoptó de nuevo su postura recta y no formuló palabra alguna, la confusión se debía a que yo no entendía todo, pero al ordenar todos los cuadros, todo aquello no pintaba tan mal: Nicole y Caroline también tenían poderes, también conocían a Aurora y a Luna, así que no tenía ningún problema, podía desahogarme con ellas.
-Así que… Ustedes también- dije con tono agudo y suspicaz.
-No… no, no- se carcajeó Nicole saliendo de su trance.
-Tú… también- reformuló mi oración.
-Aurora, Luna e Ian te han hablado de tus protectores ¿me equivoco?- inquirió Caroline, asentí con la cabeza lentamente esperando la siguiente historia.
-Hace frío cielo, te traeré chocolate caliente y un abrigo- afirmó Nicole, miré la ventana y sí, efectivamente: llovía, hacía bastante frío y la lluvia ya comenzaba a sonar contra el techo.
Nicole me entregó mi abrigo favorito, que no era el más bonito, pero era el que más me gustaba y luego me dio una taza de chocolate perfectamente preparado, luego se sentó frente a mí con las rodillas flexionadas, con ambas piernas sobre el sofá y su mano descansando sobre sus piernas, mientras apoyaba su brazo en el relleno del sofá. Yo la miré interesada en la historia, mientras ponía una pierna sobre el sofá y la otra la dejé colando.
Caroline tomó una revista y se quedó ojeándola, mientras yo clavaba mi curiosa mirada sobre el angelical rostro de mi mejor amiga para poner atención a otra historia:
-Todos tienen un protector, todos los que deben estar en Kai, los protectores son aquellos que cuidan a los shoosen, los shoosen cariño, son los que, como tú, tienen una habilidad y debe ser finamente controlada y cuidada para que no se les salga de las manos, verás, tú experimentaste el cambio antes de lo pensado, dos años antes y tus protectoras no estaban listas para eso, así que la energía que tanto odias, es el producto de los poderes mal sobrecargados, poco sensibilizados y mal acostumbrados- hizo una pausa, miró a Nicole y continuó –Caroline y yo hacíamos lo que estaba a nuestro alcance, pero sólo teníamos doce años, no estábamos capacitadas para ser protectoras aún, por ello enviaron a Oli, pariente lejano de Luna. En fin, éramos unos niños ¿recuerdas? Aún comíamos dulces como locas y no nos dejaban ir solas a cualquiera de nuestras casas, era difícil cuidarte, por eso la energía te agotaba, yo te daba de mi energía vital, pero no era suficiente, eres frágil, y difícil de controlar. De cualquier modo, te cuidamos, intercambiábamos pensamientos, planeábamos como cuidarte, y esa tarde cuando te desmayaste aquí sola, nos dimos cuenta de que era hora de buscar la forma de decirte la verdad. No sabíamos cómo lo haríamos, descartamos ideas, discutimos, pero no se nos ocurría nada. Ahí llegó Ian, el imprudente Ian, con su poderosa lengua, soltó todo y te enseñó como llegar a Kai, no de la forma correcta, pero lo hizo- todo comenzaba a tomar forma y cerré la boca cuando me percaté de que la tenía levemente abierta, Caroline se había levantado a mirar el mismo cuadro del que yo me había estado burlando.
-Aurora y Luna estaban orgullosas de lo que vieron cuando hiciste aquella visita cielo, cuando te vieron supieron que de verdad eras la elegida, verás, tu… madre, podía ir a Kai también, era todo una revolucionaria, era… un icono, hace años ya… Ella veía el futuro, ayudaba a todos con la tribu de Razbunare, siempre que iban a atacar, ella sabía como ser racional, discreta y activa. Por eso, cuando Aurora y Luna te vieron quedaron encantadas, eres la viva imagen de lo que fue tu madre, claro sin ser revolucionaria, pero ayudarás, más de lo que puedes imaginar- finalizó Nicole con una sonrisa.
Yo estaba medio atontada, todo me parecía increíble, mi madre: Susana, veía el futuro ¡Vaya sorpresa!
-¿y cómo sabías que les hablaría de esto?- pregunté intrigada por el previo conocimiento que tenía Nicole acerca de mis intenciones y mis dudas.
-Nicole- comenzó Caroline sin dejar de mirar el vidrio de la ventana –Nicole tiene un don especial, que no necesita de mucho entrenamiento, solo conocimiento- se giró sobre el talón y se sentó en la silla frente a nosotras –Ella puede saber lo que dirás, lo que dijiste, lo que dices, lo que pensaste y lo que deseas, sólo debe hablar unos minutos contigo, evaluar tu alma, tus ideas, la forma en como tu mente trabaja, tu voz y sus variaciones ¡Y listo! Conocerá cada detalle de tu vida, claro, tu archivo es interesante, pero trata de no curiosearlo mucho, por respeto a tu derecho de privacidad- dijo con una sonrisa.
-¿Y tú?- pregunté curiosa como una niña que apenas descubre el mundo que la rodea, y eso era lo que me pasaba, podía creer que existían las hadas, los fantasmas, vampiros, sirenas, princesas con tiaras y príncipes sapos, pero esto era nuevo para mí.
-Ah yo sólo manejo algún elemento, energía, cosas así, de vez en cuando. Por ejemplo cada vez que pierdes la energía por tu ignorancia ante el tema de tu poder, yo debía controlar tu energía vital, controlar que el ambiente fuera apto para ti y que todo se te diera con más facilidad- finalmente entendía todo. Estaba atónita, pero satisfecha y aunque no quería a Ian cerca, todo pintaba bastante bien.
Un poco más de información… Po favor.
Por extraño que fuese no estaba enojada, la alteración se me había pasado diez minutos después de llegar a casa. Claro, no quería ni recordar a Ian, era una perdida de tiempo.
Me senté en el sillón negro de la sala a leer un viejo libro de mi madre, que ya tenía las hojas amarillentas y dobladas, con la pasta algo desgastada y las letras borrosas. Siempre me preguntaré desde cuando lo tiene mi madre.
Pero mis ansias de leer no estaban despiertas, así que cerré el libro de filosofía, lo lancé con cuidado a la mesa que estaba a mi mano izquierda, repleta de candelabros, fotos y uno que otro papel.
Suspiré aburrida de esperar a Nicole y Caroline; me quedé mirando las paredes blancas, inmaculadas, adornadas sólo por un cuadro con un paisaje sencillo, de marco café, brillante por el esmalte y firmado por un tal “Thomas” sólo mi casa estaba adornada por ese cuadro. Me consolaba a veces para no burlarme de la situación, parecía que “Thomas” era un artista ¡capaz de pintar pinos, un monte parecido al Fuji de Japón y una pequeñísima cascada! Era todo un genio, un cuadro único que yo sería capaz de dibujar, incluso con mis limitados dores para el dibujo.
Me quedé ensimismada burlándome del pobre “Thomas” que no sentí que algo al costado de mi pierna vibraba con afán. Saqué mi celular, era un mensaje. Suspiré: numero desconocido. Que extraño. Pensé y leí el mensaje: No te enfades, sé que estás enojada conmigo.
No era necesario adivinar de quien era. Negué con la cabeza y deje el celular a un lado, hasta que volvió a vibrar, otro mensaje: Te explicaré, Celeste no le gusta que estemos cerca, es algo… Posesiva, lo siento.
Enarqué una ceja ¿Posesiva? ¿Había dicho eso?
Otro mensaje: Bien, te aclaro: es celosa, y no quiere perderme, o al menos eso es lo que dice.
Negué con la cabeza y comencé a preguntarme si Ian estaba escondido cerca con uno de sus truquitos, leyendo mi mente.
Volvió a vibrar el celular: eres astutas Ángel.
Estaba agotando mi paciencia, odiaba que hiciera eso.
-No quiero que te acerques, no pienso hacer caso a tus peticiones y por ultimo, olvídate de ser amigos- dije en voz alta, segura de que él escucharía, si verdaderamente estaba cerca.
El timbre sonó y corrí ansiosa a abrir. De inmediato abracé a Nicole, que tenía una chaqueta de Jean, una bufanda magenta, violeta y azul claro, con un Jean ajustado y sus botas preferidas. Luego abracé de forma menos efusiva a Caroline que llevaba el cabello recogido en una cola de caballo, con un suéter blanco y una falda roja, combinado con unas sandalias blancas.
Nicole tenía una expresión extraña, sus ojos almendrados estaban abiertos de par en par, sus labios sellados y las cejas levemente enarcadas. Parecía estar asustada o viendo un espanto.
Y aunque su rostro expresara eso, su voz seguía siendo aguda, como siempre lo era: fresca, dulce, cálida; me llenó de calma, aún cuando Ian me había sacado de quicio, aún cuando su expresión me había llenado de temor.
Caroline estaba hermosa, su rostro era brillante, era como mirar el sol, a veces sentía que no era mucho comparado con Caroline. Levanté las cejas y las dejé pasar.
-Tengo mucho que decirles, pero no digan ni una palabra si se refiere a que estoy loca o que estoy enferme- rogué, esperando que la petición no les sonara descabellada. Caroline sonrió de forma burlona, ya comenzaba a sentirme mal.
-Cielo, ya sabemos lo que nos vas a decir, todo- comentó Nicole, solté una risita tonta ante tal declaración, ella no tenía ni idea.
-En serio Ángel, sabemos más que tú- afirmó Caroline, odiaba cuando adoptaba esa actitud tan prepotente y testaruda.
-Niñas, en serio, déjenme hablar- rogué de forma infantil. La sonrisa de Caroline se hizo más ancha.
-Ángel, verás, Ian te hizo enojar y lo entendemos, Celeste te tiene muerta del miedo y lo sabemos, aunque tu no lo sientas así, tienes miedo y no es malo querida, conocemos cada palabra que vas a decirnos, no te creemos loca- la postura derecha, con los tobillos cruzados, la cabeza en alto, sus ojos sobre los míos y su voz uniforme y clara me decían que todo estaba dicho y no supe cuándo supieron todo, estaba confundida –Aurora, Luna, Ian, Kai, la energía que tanto te molesta, los colores del aura, el poder de Ian, todo, todo lo sabemos- Caroline pronunciaba las palabras con énfasis en cada letra, mientras yo me encogía y trataba de cerrar la boca.
La expresión de Nicole volvió a tornarse oscura y llena de miedo o algo así, no estaba muy segura, pero sus ojos abiertos de par en par y sus cejas levantadas me daban una pequeña idea.
Los labios de Caroline se abrieron de nuevo, mientras automáticamente su expresión se volvía autoritaria e inclinaba su rostro hacia el mío, pero adoptó de nuevo su postura recta y no formuló palabra alguna, la confusión se debía a que yo no entendía todo, pero al ordenar todos los cuadros, todo aquello no pintaba tan mal: Nicole y Caroline también tenían poderes, también conocían a Aurora y a Luna, así que no tenía ningún problema, podía desahogarme con ellas.
-Así que… Ustedes también- dije con tono agudo y suspicaz.
-No… no, no- se carcajeó Nicole saliendo de su trance.
-Tú… también- reformuló mi oración.
-Aurora, Luna e Ian te han hablado de tus protectores ¿me equivoco?- inquirió Caroline, asentí con la cabeza lentamente esperando la siguiente historia.
-Hace frío cielo, te traeré chocolate caliente y un abrigo- afirmó Nicole, miré la ventana y sí, efectivamente: llovía, hacía bastante frío y la lluvia ya comenzaba a sonar contra el techo.
Nicole me entregó mi abrigo favorito, que no era el más bonito, pero era el que más me gustaba y luego me dio una taza de chocolate perfectamente preparado, luego se sentó frente a mí con las rodillas flexionadas, con ambas piernas sobre el sofá y su mano descansando sobre sus piernas, mientras apoyaba su brazo en el relleno del sofá. Yo la miré interesada en la historia, mientras ponía una pierna sobre el sofá y la otra la dejé colando.
Caroline tomó una revista y se quedó ojeándola, mientras yo clavaba mi curiosa mirada sobre el angelical rostro de mi mejor amiga para poner atención a otra historia:
-Todos tienen un protector, todos los que deben estar en Kai, los protectores son aquellos que cuidan a los shoosen, los shoosen cariño, son los que, como tú, tienen una habilidad y debe ser finamente controlada y cuidada para que no se les salga de las manos, verás, tú experimentaste el cambio antes de lo pensado, dos años antes y tus protectoras no estaban listas para eso, así que la energía que tanto odias, es el producto de los poderes mal sobrecargados, poco sensibilizados y mal acostumbrados- hizo una pausa, miró a Nicole y continuó –Caroline y yo hacíamos lo que estaba a nuestro alcance, pero sólo teníamos doce años, no estábamos capacitadas para ser protectoras aún, por ello enviaron a Oli, pariente lejano de Luna. En fin, éramos unos niños ¿recuerdas? Aún comíamos dulces como locas y no nos dejaban ir solas a cualquiera de nuestras casas, era difícil cuidarte, por eso la energía te agotaba, yo te daba de mi energía vital, pero no era suficiente, eres frágil, y difícil de controlar. De cualquier modo, te cuidamos, intercambiábamos pensamientos, planeábamos como cuidarte, y esa tarde cuando te desmayaste aquí sola, nos dimos cuenta de que era hora de buscar la forma de decirte la verdad. No sabíamos cómo lo haríamos, descartamos ideas, discutimos, pero no se nos ocurría nada. Ahí llegó Ian, el imprudente Ian, con su poderosa lengua, soltó todo y te enseñó como llegar a Kai, no de la forma correcta, pero lo hizo- todo comenzaba a tomar forma y cerré la boca cuando me percaté de que la tenía levemente abierta, Caroline se había levantado a mirar el mismo cuadro del que yo me había estado burlando.
-Aurora y Luna estaban orgullosas de lo que vieron cuando hiciste aquella visita cielo, cuando te vieron supieron que de verdad eras la elegida, verás, tu… madre, podía ir a Kai también, era todo una revolucionaria, era… un icono, hace años ya… Ella veía el futuro, ayudaba a todos con la tribu de Razbunare, siempre que iban a atacar, ella sabía como ser racional, discreta y activa. Por eso, cuando Aurora y Luna te vieron quedaron encantadas, eres la viva imagen de lo que fue tu madre, claro sin ser revolucionaria, pero ayudarás, más de lo que puedes imaginar- finalizó Nicole con una sonrisa.
Yo estaba medio atontada, todo me parecía increíble, mi madre: Susana, veía el futuro ¡Vaya sorpresa!
-¿y cómo sabías que les hablaría de esto?- pregunté intrigada por el previo conocimiento que tenía Nicole acerca de mis intenciones y mis dudas.
-Nicole- comenzó Caroline sin dejar de mirar el vidrio de la ventana –Nicole tiene un don especial, que no necesita de mucho entrenamiento, solo conocimiento- se giró sobre el talón y se sentó en la silla frente a nosotras –Ella puede saber lo que dirás, lo que dijiste, lo que dices, lo que pensaste y lo que deseas, sólo debe hablar unos minutos contigo, evaluar tu alma, tus ideas, la forma en como tu mente trabaja, tu voz y sus variaciones ¡Y listo! Conocerá cada detalle de tu vida, claro, tu archivo es interesante, pero trata de no curiosearlo mucho, por respeto a tu derecho de privacidad- dijo con una sonrisa.
-¿Y tú?- pregunté curiosa como una niña que apenas descubre el mundo que la rodea, y eso era lo que me pasaba, podía creer que existían las hadas, los fantasmas, vampiros, sirenas, princesas con tiaras y príncipes sapos, pero esto era nuevo para mí.
-Ah yo sólo manejo algún elemento, energía, cosas así, de vez en cuando. Por ejemplo cada vez que pierdes la energía por tu ignorancia ante el tema de tu poder, yo debía controlar tu energía vital, controlar que el ambiente fuera apto para ti y que todo se te diera con más facilidad- finalmente entendía todo. Estaba atónita, pero satisfecha y aunque no quería a Ian cerca, todo pintaba bastante bien.